La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Durante el casi año y medio de gobierno de Pedro Castillo, la Constitución Política, las instituciones y el sistema de libertades políticas y económicas, fueron sometidos a las pruebas más extremas por los enemigos del Estado de derecho. El solo hecho de la existencia de un Gobierno que proponía una asamblea constituyente, que debía concretarse por fuera y en contra de la Carta Política de 1993, revela la magnitud de la agresión que se desarrolló contra el orden constitucional.
A partir de esa tensión entre asamblea constituyente y defensa de la Constitución y el Estado de derecho se dibujaba una disyuntiva insalvable: o se enterraba el sistema de libertades o, por el contrario, sobrevivía el orden constitucional y las instituciones republicanas echaban largas raíces en el alma del pueblo, en esa peruanidad que comienza a adquirir contornos más definidos.
La reacción del Congreso, del Tribunal Constitucional, del Ministerio Público, del Poder Judicial y de nuestras Fuerzas Armadas y policiales, y la larga lucha de la ciudadanía y de los sectores de la oposición, posibilitaron que la Constitución sobreviviera y las instituciones se mantuvieran con fuerza y autoridad. En otras palabras, la Constitución ha sobrevivido a Pedro Castillo y las propuestas de la asamblea constituyente y las corrientes comunistas y colectivistas. ¡Larga vida entonces a la Constitución!
A partir de ahora, de una u otra manera, ha terminado la tensión autodestructiva que se desató entre el 2016 y el 2021 –sobre todo luego del golpe de Estado de Martín Vizcarra con el cierre inconstitucional del Legislativo–, que se expresaba en la disyuntiva de vacancia presidencial versus disolución de la asamblea legislativa. No obstante que el Congreso había legislado sobre el tema (acerca de la cuestión de confianza) y que el propio Tribunal se pronunciaba sobre la materia, el Ejecutivo continuó planteando cuestiones de confianza en contra de las funciones exclusivas y excluyentes del Legislativo con el objeto de reeditar “la denegación fáctica de la confianza”, que pretendió justificar el cierre inconstitucional del Legislativo en el 2019.
Ese periodo de destrucción institucional ha terminado porque la ofensiva contra el Congreso y las instituciones ha fracasado. Castillo está preso por sedición y las instituciones republicanas permanecen.
Igualmente, es posible afirmar que la decisión de las Fuerzas Armadas y las Fuerzas Policiales de apegarse estrictamente a los mandatos y procedimientos de la Constitución frente al golpe de Castillo y el intento comunista de instalar una constituyente en el país, de una u otra manera, acaba con la estrategia de presionar a los institutos castrenses –en base a una popularidad circunstancial– buscando que ellas respalden golpes contra la constitucionalidad.
El sistema republicano que había sido llevado al borde del abismo por el desgobierno general de Castillo, sobrevive y debe avanzar a reconstruir la institucionalidad y la gobernabilidad.
Sin embargo, salir de la destrucción y pasar una etapa de construcción no será posible si la actual jefe de Estado, Dina Boluarte, no convoca a la más amplia unidad nacional de todos los sectores. Tampoco será posible si no avanzamos en una reforma del sistema político que supere la destrucción que ha significado la prohibición de la reelección parlamentaria y la negativa de crear un Senado que perfeccione el sistema de equilibrio de poderes y el control entre las instituciones.
El Perú cometió el error más grave que puede perpetrar una sociedad cuando eligió como jefe de Estado a Pedro Castillo, el peor candidato de nuestra historia republicano, el menos preparado y con claros vínculos con el maoísmo senderista. Sin embargo, en el Perú se ha organizado uno de los mayores aciertos de su historia republicana cuando se detuvo el golpe de Estado de Castillo, con la Constitución en la mano y siguiendo todos los procedimientos constitucionales establecidos en la Carta Política.
De alguna manera estamos pasando de la noche más negra a la claridad del día siguiente. La Constitución vive, respira. Para que ella tenga larga vida habrá que reformarla de acuerdo a todos los procedimientos establecidos en el texto constitucional.
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