Editorial Política

¡De la polarización a la convergencia nacional!

¡De la polarización a la convergencia nacional!
  • 06 de junio del 2016

Elecciones dejan un Perú partido en dos mitades

Al cierre de esta edición, el conteo rápido de Ipsos al 100% establecía una ventaja de un punto de PPK sobre Keiko Fujimori. Es imposible establecer un virtual ganador y solo resta esperar el cómputo de la ONPE. Sin embargo, este resultado nos indica que el país se había partido en dos mitades y que los puentes entre el pepekausismo y el fujimorismo estaban quebrados. En semejante escenario la continuidad de la democracia y la organización de la gobernabilidad imponen desarrollar una convergencia nacional en función del país. No existe otra salida para seguir construyendo una sociedad abierta.

En la hipótesis de un triunfo de PPK estaremos ante el gobierno más frágil de la democracia post-Fujimori. No solo por la ausencia de una mayoría parlamentaria propia, sino también por la ausencia de un Estado mayor y por la gran interrogante que representa la propia bancada pepekausista. En este contexto, un eventual gobierno de PPK está obligado a pactar con la mayoría parlamentaria absoluta del fujimorismo para viabilizar la gobernabilidad.

En cualquier eventualidad, ya sea en el gobierno o en la oposición, el fujimorismo está obligado a demostrar que tiene una vocación histórica y que pretende asociar su identidad política a la actual experiencia republicana, que ya acumula cuatro elecciones sucesivas y avanza hacia la quinta elección nacional. Si el fujimorismo asume esa conducta la historia producirá una paradoja: el movimiento naranja, que nació asociado a una experiencia autoritaria vinculará, su identidad política a la concreción del sueño republicano que alguna vez pensaron los libertadores del Perú.

La necesidad de la convergencia nacional no es una frase para las tribunas. El Perú necesita pactos y acuerdos para desarrollar las reformas que nos permitan seguir creciendo a tasas altas y continuar arrinconando a la pobreza, como ha venido sucediendo en los últimos 25 años. Necesita convergencias para construir el Estado nacional que trepe a los Andes y se extienda por las llanuras amazónicas. Si el Perú no se embarca en esa ruta las posibilidades para la democracia, la economía de mercado y la libertad se acortarán considerablemente en las elecciones del 2021.

En cualquier reflexión siempre vale considerar los hechos que nos permiten ser optimistas. Cuatro elecciones sin interrupciones, crecimiento sobre la base de la inversión privada que ha arrinconado la pobreza a un quinto de la población, expansión y consolidación de las clases medias y ejercicio pleno de las libertades. Hay entonces motivos para la tranquilidad. Sin embargo, siempre también vale reconocer los hechos que nos convocan al pesimismo. En las elecciones del 2006, del 2011 y del 2016, el modelo institucional, económico y social que comienza a organizar el sueño republicano ha sido cuestionado por las propuestas radicales antisistema. Vale anotar que si PPK pasó a la segunda vuelta fue por un pelo. De lo contrario otra vez habríamos reeditado los balotajes del 2006 y del 2011.

De alguna manera, pues, las oportunidades para la democracia y la economía de mercado comienzan a reducirse considerablemente. Algunos creen que el Perú no vive momentos de urgencia, y que el hecho de que dos candidatos promercado hayan disputado el balotaje es una tremenda razón para la euforia. Se equivocan. Las revoluciones y los triunfos de las propuestas anticapitalistas (como el chavismo, por ejemplo) se desencadenan en sociedades que desarrollan tasas altas de crecimiento, expansión de clases medias y una pronunciada diferenciación social. Marx no inventó la revolución para los pobres y menesterosos sino para la sociedades que alcanzaban un gran desarrollo de “clases sociales”.

Algo de eso sucede en el Perú. Y la falta de un Estado nacional que resuelva los problemas institucionales —justicia, seguridad, los déficits de infraestructura— e impulse reformas de la educación y la salud, y el desarrollo de la crisis del espacio público y de los partidos, crea las condiciones y el fermento para el radicalismo antisistema.

 
  • 06 de junio del 2016

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