Editorial Política

De la guerra sucia a la tacha municipal

De la guerra sucia a la tacha municipal
  • 02 de septiembre del 2014

Una leguleyada que aumenta tensiones entre autoritarismo y democracia

El régimen humalista no solo tiene la “virtud” de haber resucitado el tipo de enfrentamientos entre Ejecutivo y Legislativo que interrumpió la democracia en el siglo pasado, sino que una denuncia de fraude en las elecciones de Lima de Luis Castañeda Lossio, candidato con una intención de voto de 4 millones de electores, desata un escándalo nacional e internacional que nos aproxima a los autoritarismo bolivarianos y todas las triquiñuelas de las autocracias.

Por más que el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) cure la herida, la cicatriz que permanecerá entre oposición y oficialismo agravará la desconfianza. Todo se parece a una guerra, con dos ejércitos con las armas que apuntan al enemigo sin seguro. Y es que la manera cómo el Jurado Electoral Especial de Lima (JEE) tachó a Castañeda solo tiene una descripción: ¡A lo bestia! Cualquier duda sobre cómo el líder de Solidaridad llenó su hoja de vida no podía llevar a presumir a nadie una intención dolosa. El candidato es bachiller por PUC y sacó el título en la USMP y el formulario no exige detalles. Pero lo más grave: desde el 2003 Castañeda ha sido elegido, reelegido y se presentó a las elecciones nacionales con la misma hoja de vida. El asunto, pues, es un escándalo descomunal.

Si una leguleyada de pasillo judicial puede derribar a un candidato con 4 millones de votos en intención electoral ya todo está dicho: se puede inhabilitar a Alan García y se puede autorizar la candidatura de Nadine Heredia. Ya no es especulación. Hoy miramos el precipicio.

Pero lo más relevante es cómo se gestó esta situación y cómo reaccionaron los actores políticos y mediáticos. Una “investigación” de la revista Poder, con “extraordinarios contactos” en la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), señaló que el caso Comunicore no era un refrito de dos elecciones pasadas sino que el asunto era más grave: narcotráfico. La cosa se cayó en horas.

Pero la coalición centroizquierdista (Partido Nacionalista, Perú Posible, Ciudadanos por el Cambio y otros grupos marxistas) nos sorprendió con un poderío mediático que nos hizo recordar las batallas de la prensa tradicional contra el outsider Fujimori en los noventa. Castañeda fue demonizado en toda su dimensión, pero las encuestas no cambiaron en nada y, entonces, se vino la tacha. ¿Todo esto fue resultado de las fuerzas erráticas de la casualidad? ¿Todo este tinglado se puede explicar solo por la vehemencia de dos miembros del JEE? De ninguna manera.

El plan y el libreto parecen estar tan bien estructurado que la fuerza mediática centroizquierdista ayer comenzó a voltear la página, tal como se dice y se invoca en Palacio. En vez de analizar las consecuencias de la decisión del JEE sobre la salud de la democracia se comenzó a “reflexionar” sobre a quién podría favorecer la tacha de Castañeda. Claro, se invocaron antecedentes históricos como la tacha de Alex Kouri.

Sin embargo algo estratégico falló en el ensayo autoritario que busca sacar de carrera al puntero en las elecciones: la respuesta democrática. En contra de sus respectivos candidatos en Lima, Keiko Fujimori y Alan García dejaron en claro que la tacha era una maniobra autoritaria y, de una u otra manera, comenzó a gestarse una reacción opositora que venimos solicitando desde este Portal. De otro lado, en estas elecciones la comunicación de los medios tradicionales comenzó a compartir sus potencias con la información del mar universal de las redes sociales y digamos que el asunto empieza a emparejarse. Además, al cierre de esta edición, Solidaridad Nacional debe estar realizando una marcha que aglutine, principalmente, a los sectores C, D, E, donde se concentra el apoyo principal a Castañeda. El slogan era que los cerros de Lima bajaban al llano. En todo caso, vale anotar que los cerros de Lima son la Lima de hoy.

Aquí no votamos por candidatos sino por políticas en general. Hoy, la tacha a la candidatura de Castañeda y la obsesión oficialista por inhabilitar a García expresan las tensiones entre autoritarismo y democracia. Si se saca de carrera a ambos candidatos ya sabemos quién ganó. En política como en otros campos de la vida, el que puede lo menos puede lo más. Si la tacha a Castañeda pasa, el país estaría a merced de los experimentos autoritarios. Ante la amenaza, los sectores emergentes de Lima, tan vilipendiados por los sociólogos de izquierda, ahora se cohesionan en defensa por la democracia y de su candidato. Paradojas sociológicas.

  • 02 de septiembre del 2014

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