Editorial Política

¡Con uñas y dientes defendamos el modelo!

En medio de la crisis general del sistema republicano

¡Con uñas y dientes defendamos el modelo!
  • 22 de octubre del 2020

Algunos creen que defender las libertades políticas de la República solo significa desarrollar oposición a la administración Vizcarra y su proyecto de concentrar poder (que se implementó desde el pasado referendo), a las reformas constitucionales que bastardearon nuestra Constitución y al cierre inconstitucional del Congreso. Si ese proyecto autoritario no continuó más solo se explica por el fracaso del Ejecutivo, en todas las líneas, en la contención de la crisis sanitaria y evitar que se agrave la megarrecesión en curso. Y a esos hechos habría que sumar las denuncias que se acumulan contra el presidente Vizcarra y mellan la credibilidad de la jefatura de Estado.

La idea acerca de que la única herramienta para defender la República es la oposición al Ejecutivo ha llevado a la mayoría de opositores a conciliar con el populismo y la estrategia comunista que busca destruir la economía y el sector privado. De allí que desde que se desatara la pandemia y el estado de emergencia, la mayoría de fuerzas opositoras apoyó o permaneció en silencio frente al decreto del Gabinete Zevallos (o del Frente Amplio) que establecía control de precios indirectos en el sector educación, ante las campañas del Ejecutivo contra las farmacias privadas (no obstante que solo atendían el 20% de la demanda), y frente al gambito demagógico de estatizar las clínicas privadas (pese a que atendían solo al 5% de la población). 

Igualmente, la oposición apoyó o guardó silencio frente a las leyes demagógicas del Congreso que suspendían el cobro de los peajes, las leyes que retaceaban las cuentas individuales de las AFP, la irresponsable norma que plantea la devolución de los aportes de la ONP (pese a que el Estado no tiene fondos), las propuestas que buscan deformar y destruir el sistema privado de pensiones o las campañas contra el BCR, exigiendo que financie los huecos fiscales de leyes demagógicas, tal como sucedía en los ochenta y acaece hoy en la tragedia de Venezuela.

El apoyo o silencio de la oposición frente al populismo se produce en medio de una megarrecesión que destruirá este año por lo menos el 15% del PBI, que dejará a 7 millones de peruanos sin empleo y que arrojará al 30% de la población debajo de la línea de la pobreza. Pero no solo se trata del retroceso del sector privado, sino que el Ejecutivo ha empujado a la macroeconomía al borde del abismo: alrededor de un 10% del déficit fiscal, un endeudamiento que se acerca al 40% del PBI y una recaudación tributaria en caída libre. En otras palabras, el sector privado que financia el 80% de los ingresos fiscales y que provee el 80% del empleo está en franco proceso de destrucción. Igualmente la macroeconomía, que era uno de los pilares intocables del modelo, hoy se convierte en una gran interrogante.

Ante esta situación vale preguntar a los diversos sectores de la oposición –no a los comunistas y los colectivistas que tienen claro su proyecto antirrepublicano–, ¿se puede defender la República y las libertades sin defender el sector privado y la macroeconomía? ¿Se puede defender la República mientras los populistas y demagogos desarrollan un verdadero festín de popularidad para la semana? Imposible.

Si el tejido empresarial privado sigue destruyéndose, casi por inercia física, los políticos tenderán a suplir las quiebras con la intervención estatal. Es decir, resucitarán al estado empresario, que empobreció al 70% de los peruanos en los ochenta y ha desatado una tragedia humanitaria en Venezuela. El político populista tenderá a aumentar el gasto social y, de pronto, el Estado manejará la economía quebrada y todo quedará listo para la llegada del caudillo populista que concentrará el poder político y económico con extrema facilidad.

Siempre vale recordar que las libertades y las repúblicas modernas han florecido solo en aquellos lugares en donde la abrumadora mayoría de la economía está en el sector privado. No hay república ni sociedad abierta ahí donde el Estado controla la economía. ¿O sí?

  • 22 de octubre del 2020

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