La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Sobre la cruenta polarización política
Las imágenes que intentan vincular al elector fujimorista —es decir, a la mitad del electorado—, con la corrupción, la violación de DD.HH., y ahora con el narcotráfico, dejarán —al margen de cualquier voluntad—profundas heridas en la sociedad, que sanarán con dificultad. Y, lo peor de todo, es que este tipo de impulsos, de una u otra manera, tiene algunos vínculos con el pensamiento de izquierda en el Perú.
La “andinización” de la costa, la pulverización de la sociedad criolla, las migraciones y la emergencia de mercados populares y de millones de empresarios, si bien a mediados de los ochenta tuvieron una interpretación económica y legal, hasta ahora carecen de una reflexión sociológica, política e ideológica.
De súbito el pensamiento de izquierda se encontró con una sociedad en la que no existía una clase proletaria, en la que el mundo popular estaba repleto de mercados y empresarios emergentes. Todos los paradigmas y horizontes ideológicos se hicieron puré y al enfoque marxista solo le quedó la negación. El mundo popular emergente fue calificado de “trasgresor de la legalidad”, de “simples cachueleros sin futuro” y de “reino de las economías ilegales”.
Ahora que el fujimorismo aparece como una posibilidad de representar a ese mundo emergente, algunos sectores de izquierda y el activismo antifujimorista se retroalimentan para sostener que en el respaldo del movimiento naranja existe una “convergencia de delincuentes de toda laya”. En un comercial pepekausista se señala que “los delincuentes no votarán por PPK”. ¿Se quiere acaso sostener que sí lo harán por Keiko Fujimori? Terrible para una democracia que no puede funcionar sin la colaboración fujimorista.
Al plantear estas reflexiones no nos anima ninguna parcialidad a favor de un candidato de esta segunda vuelta. Es más, adelantamos que si gana el fujimorismo, El Montonero se pronunciará por la necesidad de organizar el contrapeso y los equilibrios necesarios al movimiento naranja, para seguir construyendo una sociedad abierta de cara al 2021. El objetivo principal de estas reflexiones es construir una cultura política tolerante y democrática que nos permita seguir viviendo en libertad.
A nuestro entender esta lluvia de calificativos, que se ha desatado en contra de una candidatura, tiene que ver con lo que los sociólogos llaman un caso típico de histeria social: un determinado segmento de la sociedad no puede entender al otro, no puede comprender los profundos cambios sociales que representa la otredad y, entonces, se inventa relatos que de tanto repetirlos se “transforman en verdad”. Cuando algunos colegas consideran que el triunfo keikista es el ingreso de camisas negras a la capital quizá sean “sinceros”. Se llama histeria social. Pero lo más triste de ese fenómeno es el tufillo clasista presente en algunas de estas descalificaciones.
A nuestro entender, por el contrario, en el Perú ha comenzado a surgir un electorado crítico, como resultado natural de cuatro procesos electorales sin interrupciones y en medio de una revolución de los medios de comunicación. No hay otra manera de entender el hecho de que el Perú no se haya desbarrancado en el camino bolivariano, no obstante la ausencia de un sistema de partidos y el descrédito general de las instituciones de la democracia. En este contexto, el votante fujimorista también es parte de los impulsos constructivos de la sociedad.
Ese electorado crítico es una fuerza demasiado potente, pero todavía carece de representación. Quizá el fujimorismo logre representar esa emergencia nacional; pero, como se dice, ver para creer. Todo está por confirmarse. En todo caso, en una sociedad abierta en construcción no se pueden tolerar las evidentes expresiones de clasismo que se comienzan a observar. La emergencia popular nacional no es una toma de la Bastilla ni hay una aristocracia a punto de ser decapitada. ¿Por qué el desborde de las pasiones?
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