La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Un balance de la gestión del saliente ministro de Economía y Finanzas
La renuncia de Luis Miguel Castilla al Ministerio de Economía y Finanzas y su reemplazo por Alonso Segura, jefe del Gabinete de Asesores del propio Castilla, es una señal de tranquilidad. El mensaje es que las cosas siguen igual. Sin embargo a la luz de los resultados de la economía, de ninguna manera se puede mantener la actual situación.
Una primera aproximación a la gestión de Castilla, el ministro inamovible desde el primer gabinete de Salomón Lerner Ghitis, podría ser pesimista. Encontró un país que crecía sostenidamente a tasas de 6% y que era campeón en reducción de la pobreza en América Latina. Y hoy deja el cargo con todos los pronósticos señalando que en el 2014 el Perú no crecerá más de 4%, y las proyecciones de expansión económica del 2015 y 2016 dependen de proyectos mineros consolidados en los gobiernos anteriores.
Pero si consideramos la naturaleza del gobierno de Ollanta Humala, el papel de Castilla tiene enorme valor. ¿A qué nos referimos? El régimen nacionalista ganó la primera vuelta con el programa chavista de la Gran Transformación, y luego ganó la segunda vuelta con un gaseoso compromiso denominado Hoja de Ruta. La prueba de las indefiniciones es que hubo la intención de comprar la refinería La Pampilla y restablecer el monopolio de los combustibles. Si eso sucedía se habría herido de muerte a la economía de mercado.
Pues bien, Castilla desarrolló la importante labor en convencer a Ollanta Humala y Nadine Heredia, la pareja presidencial (concepto monárquico que nada tiene que ver con la democracia), de que debían mantener las vigas maestras del actual modelo que había convertido al país en estrella de América Latina. La influencia y la personalidad de Castilla crecieron. Mientras una mayoría política, social y mediática hacía escuchar su voz a favor de la economía de mercado, dentro del Gabinete, Castilla se enfrentaba a los sobrevivientes de la Gran Transformación.
No obstante, a pesar de Castilla, el gobierno se caracterizó por la incoherencia económica. La economía más abierta de América Latina comenzaba a convertirse en una de las más burocráticas del planeta, sobre todo, por la penetración del ecologismo radical en el Ministerio de Ambiente. Se crearon tal cantidad de sobrerregulaciones que se paralizaron US$ 24,000 millones de inversión en petróleo, minería y energía, y se produjo el frenazo económico. El último reporte del Foro Económico Mundial señala que el país ha caído del puesto 61 al 65, en competitividad, por las sobrerregulaciones del gobierno central, la corrupción y una asfixiante legislación laboral.
El aporte de Castilla ha sido entonces fundamental para mantener las líneas macroeconómicas del modelo. No pudo con la floresta burocrática que creció en el Estado y terminó asfixiando la inversión privada, que en el primer semestre del 2014 apenas creció un punto cuando antes se expandía sobre los dos dígitos. Quizá allí resida el principal reto del nuevo ministro Segura. Convertir en realidad la nueva ley del servicio civil y desarrollar un shock de simplificación administrativa que unifique procedimientos y trámites en los gobiernos central, regional y local.
No se le puede pedir a un gobierno de salida que desarrolle las grandes reformas que el país necesita. Pero sí se le puede demandar que elimine los arbustos que nos impiden caminar en el presente. Algo hay que hacer para que la recuperación económica del 2015 y el 2016 no dependa exclusivamente de los proyectos mineros que dejaron administraciones anteriores.
(15-set-2014)
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