Editorial Política

Aislamiento oficialista

Aislamiento oficialista
  • 21 de octubre del 2015

Destitución de procuradora levanta ola de indignación  

Nadie entiende las razones del porqué el Presidente del Consejo de Ministros (PCM), Pedro Cateriano, salió a respaldar al exministro de Justicia, Gustavo Adrianzén, quien destituyó a Julia Príncipe de la procuraduría de Lavado de Activos. Y nadie lo entiende porque, desde que asumió el cargo, el PCM demostró sentido común e independencia de la Primera Dama, Nadine Heredia.

Con su última actuación, Cateriano podría terminar borrando con una mano todo lo que bueno que había escrito. Destituir a Príncipe, más allá de cualquier argumento o consideración legal, representa un yerro que no se puede explicar desde la política sino desde la sicología, desde los berrinches y soberbias de la señora Heredia. Cateriano había sido hasta hoy un dique que contenía esas reacciones absurdas.

Con la destitución de la exprocuradora, el Gobierno experimentó uno de los peores momentos de aislamiento político. No solo los líderes y las fuerzas opositoras respaldaron a Príncipe y condenaron la destitución, sino que destacadas figuras del oficialismo como Daniel Abugatás y Ana Jara tomaron distancia del despropósito.

La gran interrogante que surge es, ¿cuál es el futuro de la gobernabilidad? Si bien la renuncia de Adrianzén pone un paño frío a la situación, la manera cómo se ha desarrollado este nuevo choque entre oficialismo y oposición nos lleva a pensar que se han derribado algunos puentes.

Por ejemplo, en actitud desafiante Cateriano señaló que el actual Parlamento es uno de los que más ha censurado ministros y que el gobierno había demostrado voluntad democrática por no haber impulsado la disolución del Congreso antes del 28 de julio pasado, tal como lo permitía la Carta Política. Gravísimo error de apreciación.

Las sucesivas negativas del voto de investidura a dos gabinetes y la censura de la ex PCM Ana Jara, que obligó a la renuncia de todo un consejo de ministros, solo se explican por las permanentes interferencias de Nadine Heredia en la función ministerial. Hoy es casi ocioso demostrar que todas las crisis en la que está embarcado el régimen tienen su origen en el papel que desarrolla la Primera Dama.

No obstante las situaciones descritas, también vale señalar que la oposición no ha sabido distinguir entre los sectores democráticos del Gobierno y las fuerzas subordinadas a la cúpula palaciega. Semejante error lleva a que las diferencias entre un Gabinete tecnocrático y la mal llamada pareja presidencial terminen resolviéndose a favor de los caprichos de Heredia. Y, de alguna manera, eso es lo que ha sucedido en el caso Príncipe.

La oposición debería entender que cuando Palacio es la causa de la falta de gobernabilidad, entonces ella debería asumir plenamente la responsabilidad del funcionamiento de las instituciones, sobre todo cuando ingresamos una clara etapa de transición electoral.

Quizá una manera de contribuir a cambiar el estado de cosas es que la oposición entienda que la polarización extrema con el oficialismo solo favorece a las estrategias y caprichos de la señora Heredia, porque termina envolviendo y ahogando a los sectores oficialistas del Ejecutivo y el Parlamento que están claramente comprometidos con la democracia y la transición electoral.

  • 21 de octubre del 2015

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