La comisión de Constitución del Congreso de la R...
¿Cómo piensa el gobierno restaurar la confianza de los inversionistas?
El discurso presidencial de Fiestas Patrias no ha causado grandes entusiasmos. Quienes aprueban lo que se planteó, solo atinan a decir que se dijo lo necesario. Quienes asumen posiciones críticas, mencionan diversas ausencias y, en algunos casos, quizá subrayen las falencias por intenciones políticas y criterios ideológicos. Sin embargo en este Portal consideramos que el mensaje del jefe de Estado nos ha dejado varias interrogantes sin respuesta.
Por ejemplo, ¿cómo se va a restablecer la confianza empresarial para retomar el crecimiento de la inversión privada, el motor, el centro, la única explicación del crecimiento del último cuarto de siglo? Es cierto que el plan de mega concesiones que ha lanzado el gobierno, en los próximos años, sumará puntos a la tasa de crecimiento de la inversión privada, pero si solo se trata de proyectos en los que el Estado financia o es la contraparte del privado, entonces, ya no estaríamos frente al modelo de crecimiento del Perú. Nos pareceríamos bastante al brasileño que hoy bracea con todas sus fuerzas para evitar la recesión.
También es verdad que el reciente paquete reactivador aprobado en el Congreso apunta a destrabar las grandes inversiones en recursos naturales, pero en un país que, según Roberto Abusada, solo podría crecer hasta 1% en junio, todo es insuficiente. ¡Qué diferente hubiera sido sido si el jefe de Estado anunciaba que iba Conga, Tía María, que se destrababan los 32 proyectos petroleros paralizados y que se reimpulsaba la cartera minera de US$ 57, 000 millones, junto a las megaconcesiones ya anunciadas! El Perú habría convocado todos los vientos favorables a la reactivación. Hasta el famoso y esotérico Plan de Diversificación Industrial habría sido bendecido por tirios y troyanos. Se dijo, pues, cosas necesarias, pero se obvió lo fundamental, la causa de la crisis: la caída de la inversión privada.
En el campo de la política y la gobernabilidad también se dibujan enormes interrogantes. Una de las características del régimen y que explica la caída de la popularidad presidencial de 60 puntos a solo 25, es la perpetua polarización con los diversos actores políticos. La permanente intromisión de Nadine Heredia en la función ministerial ya ha causado que el Congreso le negara en primera votación la investidura a un gabinete –un hecho inédito en la Constitución del 93- y ha convertido a una mayoría parlamentaria oficialista en otra bancada más, que ahora deberá negociar hasta el aire que respira. En este terreno, más allá de gaseosos llamados al Acuerdo Nacional, como se dice, no se oye padre.
El gran problema es que con esta negativa a la convergencia política, una nota distintiva de cualquier democracia con relativa salud, no solo pierde el oficialismo, sino que ya comienza a afectarse la gobernabilidad. Los problemas para reactivar la economía tienen que ver con la permanente sospecha de que no se ha encarpetado la reelección conyugal, la imposibilidad de gestar acuerdos en el tema de seguridad ciudadana también se origina en ese terrible hueco negro, y las posibilidades de éxito de las reformas en diversos sectores se difuminan con la endémica confrontación.
El mensaje presidencial nos deja tremendas interrogantes. Desde aquí hacemos votos para que los ministros, responsables de resolver estos asuntos, se encarguen de absolver las preguntas. La imagen de Ana Jara, jefa del gabinete, junto a Miguel Castilla, titular del MEF, que declaran a los periodistas antes del discurso presidencial, ojalá que sea una vista premonitoria, una imagen que nos señale que en el régimen ha entendido que hemos llegado a una crisis política y económica sin precedentes y que se necesita un cambio dramático.
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