Desde las reformas económicas de los noventa, la Consti...
Pese a que errores del Minedu hoy favorecen extremismo
La burocracia de izquierda que controla el Ministerio de Educación (Minedu), de una u otra manera, ha fracturado la necesaria unidad nacional que hoy debería existir para enfrentar la arremetida del extremismo maoísta del llamado Comité Nacional de Lucha y Reorganización y Reorientación (Conare - Sutep) que ha paralizado las clases en la mayoría de regiones del sur y que pone en peligro el año escolar de cerca de un millón de estudiantes. Una unidad nacional que debería existir no solo para enfrentar el intento del Conare de cancelar la ley de carrera pública magisterial y la evaluación del desempeño docente, sino también para imponer la ley frente a los violentistas que han bloqueado las principales minas del sur del Perú —que producen el 60% del cobre nacional— y han paralizado la mayoría de actividades turísticas.
¿Por qué hoy no existe unidad nacional frente a la ofensiva del extremismo maoísta y, por el contrario, las críticas justas e injustas parecen multiplicarse en contra la gestión de Marilú Martens al frente del Ministerio de Educación (Minedu)? En realidad lo que ha sucedido es que la burocracia de izquierda, que todavía controla el sector, ha priorizado sus objetivos de control político de la educación antes que formar un bloque procalidad a nivel de educación básica y superior. El intento de demonizar a la inversión privada, como la responsable de la crisis educativa del Perú, se estrella con los terribles resultados de la última Evaluación Censal de Estudiantes (ECE) en la que los alumnos de Apurímac, Puno, Madre Dios y Cusco, en el mejor de los casos, apenas logran el 10% de resultado satisfactorio en matemáticas y comprensión lectora.
Lo mismo ha sucedido con la tupida y frondosa burocracia que se ha organizado en la llamada Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu), que solo busca ahogar la inversión privada de muchos claustros que están más que empeñados en desarrollar la calidad académica. Otro claro ejemplo que fractura la unidad nacional y anula la posibilidad de un bloque procalidad, público y privado, de colegios, institutos superiores y universidades.
Uno de los errores más graves de la actual burocracia del Minedu es haber insistido en mantener las cuestiones de género en el currículo bajo el criterio de que desde el Estado se puede resolver los grandes debates de la sociedad, que deben tramitarse en un intenso y gradual proceso de convencimientos y discusiones. En otras palabras, la izquierda no quiso renunciar a la idea de que el Estado es el gran homogeneizador de la sociedad. Ni más ni menos que la idea del estado comunista o nazi frente al papel unificador de la educación.
Con todos estos frentes de batalla que organizó el Minedu con la sociedad, hoy pocos parecen dispuestos a cerrar filas en defensa de la carrera pública magisterial y la implantación del sistema meritocrático en la docencia. Gravísimo error, inaceptable mezquindad. Siempre vale recordar que la meritocracia docente es una política pública que se desarrolló desde el gobierno de Alejandro Toledo, pasando por el de Alan García, y que se retomó durante el nacionalismo en la gestión de Jaime Saavedra. Esa política estatal hoy está amenazada por la ofensiva del extremismo maoísta en el magisterio.
Lo que estamos contemplando en el sur no tiene que ver con el éxito o el fracaso de Martens en el sector, es la posibilidad de un retroceso general de una política pública, fundamental para que el Perú desarrolle una segunda generación de reformas y vuelva a crecer a tasas altas y seguir reduciendo pobreza. Reformar la educación es la posibilidad de contar con un capital humano más calificado para enfrentar los retos del siglo XXI.
En el sur no solo se juega el futuro de la escuela pública. El radicalismo ha bloqueado las minas Constancia, Antapaccay y Las Bambas, que producen la mayor cantidad del cobre peruano. Es decir, el radicalismo no solo apunta a la educación, sino que busca ralentizar la economía para favorecer a las propuestas antisistema en el 2021. Igualmente la paralización de la industria turística también apunta en ese sentido.
Se equivocan, pues, quienes no separan la paja del grano en el tema del sector educativo. Plantear la importancia de la inversión privada en la educación, la trascendencia de desarrollar varios modelos de universidad, y la demanda de que se retiren las cuestiones de género del currículo, de ninguna manera deben llevar a relativizar la necesidad de la unidad nacional para enfrentar la ofensiva del maoísmo extremista en el magisterio, que pretende acabar con una política pública promeritocracia en la docencia.
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