Editorial Educación

Reformar la “reforma universitaria”

Reformar la “reforma universitaria”
  • 27 de octubre del 2016

Se propone que la Sunedu no dependa de sector Educación

El vocero de la Célula Parlamentaria Aprista, Javier Velásquez Quesquén, acaba de presentar una iniciativa para modificar aspectos sustanciales de la nueva Ley Universitaria, con la que se ha organizado la llamada “reforma Saavedra de la universidad peruana”. Entre las principales propuestas planteadas está convertir a la Superintendencia Nacional de Educación Superior (Sunedu) en un organismo autónomo del Ministerio de Educación. Como se sabe, hoy la Sunedu es un simple apéndice de la burocracia del sector. Otra de las modificaciones planteadas es cambiar la composición de la Sunedu, incorporando más integrantes del sector privado y la sociedad.

A entender de este portal, la señalada iniciativa podría representar el inicio de un gran debate sobre la reforma de la universidad en el Perú. El gran problema de “la reforma Saavedra” es que considera al Estado y la burocracia del sector Educación como los llamados a “reformar la universidad”, no obstante el fracaso del Estado en organizar la educación en la República. Y no obstante también que en el mundo de la IV Revolución Industrial, sacudido por las oleadas innovadoras del sector privado y de la sociedad, pensar que el Estado puede ser el gran alfabetizador es, realmente, una locura.

Al respecto es interesante analizar las declaraciones al diario El País de David Roberts, experto en innovación y miembro de Singularity University de Silicon Valley, en las que señala que la mayoría de universidades del mundo van a desaparecer ante las oleadas innovadoras del planeta y que “los programas académicos cerrados y la acreditación ya no tienen sentido porque en los cinco años que suele durar los grados los conocimientos se quedan obsoletos. Nosotros no ofrecemos grados ni créditos porque el contenido que enseñamos cambia cada año”. Tremendas declaraciones que envían la reforma de Saavedra al siglo XVIII y XIX.

Si bien los criterios de Roberts pueden aparecer “demasiado utópicos y avanzados para nuestra realidad” deberían ser tomados en cuenta por “los reformólogos de la universidad”, ¿no es verdad? En el Perú las reformas legales que permitieron el acceso del sector privado a la educación universitaria posibilitaron —en las últimas tres décadas— que surgieran, entre las universidades privadas, algunas de excelencia y otras de dudosa calidad. Así como antes había universidades asociativas de excelencia (Católica y Pacífico) y otras de mala calidad (Garcilaso), estatales buenas y estatales deficientes, algo parecido comienza a pasar en el sector privado.

Sin embargo un relato ideológico organizado desde la izquierda empezó a atribuir todos los males de la educación al sector privado, con el claro objeto de volver a empoderar al Estado, tal como sucedió durante el velascato. “La reforma de Saavedra” es el parto natural de estos relatos.

En vez de impulsar una alianza de las universidades estatales, asociativas y privadas que se organizan para la excelencia, y emprender una convergencia por la calidad, la reforma Saavedra ha apuntando claramente a eliminar la competencia que se empieza a desarrollar entre claustros privados y asociativos, con la monserga socialista y nacionalista del “lucro en educación”. Como si en las universidades asociativas —que no tributan al Estado— no se repartieran los excedentes entre las coaliciones de profesores de izquierda.

En vez de respaldar los procesos de acreditación que desarrollan más de 3,000 comités de calidad en colegios, institutos y universidades bajo los estándares de acreditación del Sistema Nacional de Acreditación y Certificación de la Calidad Educativa (SINEACE) —similares a los de Estados Unidos y Europa—, la reforma Saavedra pretende desconocer estos procesos para centralizar la acreditación en los burócratas del sector.

En vez de interpretar las grandes tendencias que se desatan en el planeta entre educación e innovación, la reforma Saavedra apuntó a convertir a la burocracia bajo su mando en los dioses que determinan qué corresponde a lo académico, científico y cultural. En este portal nos oponemos frontalmente a la reforma Saavedra porque definitivamente es incompatible con un modelo de sociedad abierta, respaldada por la mayoría de peruanos.

De allí que la posibilidad de iniciar un debate sobre la llamada reforma Saavedra de la universidad resulte fundamental para el futuro de la democracia. Hasta hoy ese debate no se ha producido por una especie de pared mediática que ha surgido en defensa de la gestión del titular de Educación. Pero en una sociedad abierta el debate en el Parlamento es el llamado a restaurar el equilibrio de las cosas.

  • 27 de octubre del 2016

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