Reformar la “reforma de la Sunedu”

Se requiere un debate nacional sobre la universidad

En el Congreso se ha presentado una iniciativa que propone que la Superintendencia Nacional de Educación Superior (Sunedu) no dependa del Ministerio de Educación (Minedu) y que los integrantes de esta superintendencia sean elegidos por los universidades públicas, asociativas y privadas. En el Legislativo existen varias propuestas en ese sentido e, incluso, los profesores de izquierda de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, a través de Nicolás Lynch, han sugerido que la Sunedu debe conformarse en base a la elección de los profesores principales de las universidades públicas, asociativas y privadas.

Todos los caminos conducen a Roma, reza el dicho, y todas las propuestas plantean que la Sunedu no dependa del Minedu ni de ningún gobierno, y que la comunidad universitaria adquiera mayor protagonismo en la reforma. Sin embargo la pared mediática que se ha levantado a favor de “la reforma del Minedu” impide un debate mínimo y cualquier crítica es satanizada como un intento de “defender las universidades basura”. Así están las cosas.

A entender de este portal las iniciativas que pretenden desvincular la Sunedu del Minedu apuntan en la dirección correcta. ¿En qué momento asumimos la idea de que la gestión de la universidad pasaba por el control burocrático del Estado? Semejante concepción solo funcionó en las sociedades de la ex Unión Soviética y con la llamada experiencia velasquista del siglo pasado. Los mejores sistemas de educación superior del mundo —entre ellos los claustros de la Yvi League de Estados Unidos— siempre han basado el éxito de sus universidades en un sistema de acreditación totalmente autónomo del Estado y que reposaba, principalmente, en el aporte de la sociedad y el sector privado. ¿A quién se le ocurre que la “vigilancia” de lo científico, lo académico y lo cultural debe recaer en el Estado?

Pero no solo se trata de una concepción burocrática y estatista, sino que inevitablemente el reforzamiento del papel del Estado lleva a excluir al sector privado. Y algo de eso hemos estado contemplando durante el desarrollo de la reforma que impulsa el ministro de Educación, Jaime Saavedra, más allá de los reiterados desmentidos de su parte.

La Sunedu, por ejemplo, ha aprobado un Reglamento de Infracciones que convierte al burócrata en un verdadero dios en la vida de los claustros universitarios, con una capacidad discrecional que debería convertirse en el gran monumento nacional a la sobrerregulación. Y hasta se acaba de aprobar un Reglamento de Investigaciones que, sinceramente, ya empieza a causar gracia. A graduar miles de Mark Zuckerberg con semejantes procedimientos, ¿no?

La reforma del Minedu nunca apostó por gestar un bloque procalidad de universidades públicas, asociativas y privadas que organizara un gran movimiento nacional de acreditación de carreras y universidades, o que redujera significativamente el espacio de los claustros deficientes. Muy por el contrario, reforzó el protagonismo del Estado, promovió a un puñado de universidades asociativas y pretendió excluir a todas las privadas, hasta a aquellos claustros de calidad que empiezan a destacar en los rankings de las universidades peruanas y a desarrollar una saludable competencia con las universidades asociativas.

La idea de que la reforma de la universidad pasa por el protagonismo estatal suena a una verdadera locura en momentos en que los vientos innovadores del planeta provienen, principalmente, del sector privado: Facebook, Google, Microsoft, por ejemplo. En momentos en que las olas del conocimiento desactualizan currículas y planes de estudios en menos de cinco años, es insano pensar que el burócrata de la Sunedu puede determinar qué cosa es calidad académica.