Desde las reformas económicas de los noventa, la Consti...
En estos días, en casi la totalidad del planeta los escolares y estudiantes universitarios y de institutos técnicos están en sus casas estudiando de manera digital. La prevención obliga a evitar las aglomeraciones en los sistemas de transporte público y aulas de estudios. Hoy se imponen las distancias mínimas entre las personas y la reducción de la concentración de público en los espacios abiertos y cerrados.
Días atrás, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) hizo un llamado a la comunidad educativa mundial para utilizar todos los recursos disponibles (Internet, radio y televisión) para no detener la enseñanza de los estudiantes. “No hay mal que por bien no venga”, dice el antiguo refrán. El optimismo sobrevive en momentos de dificultad. Lo que antes del coronavirus era un proyecto postergado, hoy es la gran oportunidad para desarrollar sistemas educativos competitivos utilizando las tecnologías de comunicación y evitar la movilización de los estudiantes de manera inútil. Existen en el mundo ejemplos aislados que pueden ser masificados, mostrando la efectividad de un modelo educativo que ofrece resultados asombrosos.
En marzo del año pasado, de manera previsora y sin saber lo que vendría desde China, la Federación de Instituciones Privadas de Educación Superior (FIPES) organizó la conferencia “El rol de la educación superior en el desarrollo sostenible de América Latina y el Caribe”. El tema central de la conferencia fue el uso de los artilugios electrónicos para aprender. Las computadoras y teléfonos móviles sirven para simular las actividades humanas: desde el acopio de información para establecer datas, estadísticas y curvas matemáticas para señalar proyecciones y tendencias, hasta el diseño tridimensional de edificaciones descomunales, viajes al interior del cuerpo humano y al espacio sideral, así como intervenciones quirúrgicas, arte y literatura. Todo esto, en la palma de las manos, sin desplazamientos físicos y sin exposiciones a los riesgos personales. Si todo esto es posible, será pan comido crear sistemas educativos para niños, adolescentes y jóvenes.
El Decreto de Urgencia (DU) 026-2020 autoriza al Ministerio de Educación (Minedu) a implementar mecanismos que sustituyan a las clases presenciales para salvar el año escolar, dando vía libre a las clases virtuales mientras dure la emergencia nacional por el coronavirus. La radio y televisión volverán a tener la responsabilidad que nunca debieron abandonar: la educación, además del entretenimiento e información. Las crisis generan oportunidades. La modalidad educativa on line ha encontrado su momento en tiempo real y de manera masiva. En India, Singapur, Malasia y otros países emergentes de la cuenca del Pacífico asiático salieron del subdesarrollo utilizando las tecnologías de la Cuarta Revolución Industrial para educar a sus ciudadanos.
Los ejemplos aislados existen en Perú. Antes del anuncio del estado de emergencia, el Instituto Tecnológico Superior (Tecsup) adelantó cursos a los recién ingresados a través de Internet. Si la cuarentena continúa, un comunicado del instituto previene y anuncia clases de manera remota, para lo cual ha comenzado una inducción en herramientas y metodología para clases no presenciales, garantizando la calidad de las clases.
En la conferencia de la FIPES del año pasado, también se destacó la innovación de los profesores convertidos en youtubers e influencers, todo el tiempo a disponibilidad de sus alumnos en una misma plataforma digital, en comunidad. Es decir, si al alumno se le ocurre una idea o una interrogante a cualquier hora del día y en cualquier espacio, se la comunica a su profesor. Este interactúa con el estudiante, y al mismo tiempo con todos sus alumnos, sin importar el momento y el lugar.
Según los conferencistas internacionales invitados de la FIPES, los resultados de este binomio enseñanza-aprendizaje son asombrosos. Juntos pueden, por ejemplo, poner en discusión el número de ciclos o de años y créditos de estudios necesarios para una carrera, flexibilizar los currículos, y hacer los estudios más competitivos. En este contexto, la investigación e innovación se acelerarían por la propia presión de los estudiantes.
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