Editorial Educación

La democracia y el ministro de Educación

El sector y el futuro de la gobernabilidad

La democracia y el ministro de Educación
  • 29 de marzo del 2018

 

De alguna manera la cruenta polarización entre Ejecutivo y Legislativo durante los dos años de administración PPK tuvo mucho que ver con la ratificación de Jaime Saavedra en el ministerio de Educación. Está de más señalar que la censura del señalado titular de Educación, junto al rechazo del voto de confianza de todo el Gabinete Zavala, representaron los momentos límites del enfrentamiento político que superó cualquier pronóstico y previsión.

Si bien detrás de la censura de Saavedra pudo haber algo de ajustes de cuentas, porque Fuerza Popular lo acusaba de haber financiado el aparato nadinista que desató algunas irregularidades en los comicios del 2016, el hecho de haberlo ratificado en el cargo, a nuestro entender, es uno de los peores errores políticos cometidos por el Gabinete Zavala. Era una manera de declarar la guerra a la mayoría legislativa, la guerra prolongada que terminó con la renuncia del ex presidente Kuczynski.

No obstante el gravísimo yerro político de la ratificación de Saavedra, su continuidad en el cargo posibilitó desvelar todas las aristas del proyecto de la izquierda en la educación peruana. Con un presupuesto millonario en publicidad, la gestión Saavedra organizó el sentido común de que en el Perú se comenzaba una reforma educativa a todo vapor.

La huelga magisterial del año pasado nos reveló que, en realidad, hubo mucho humo y poca reforma. El abandono de las políticas de capacitación, el ínfimo nombramiento de 8,000 docentes en la nueva ley de carrera pública magisterial y la contratación de más de 160,000 docentes, fueron los ingredientes del resurgimiento del radicalismo magisterial. Idel Vexler, actual titular del sector, logró neutralizar al extremismo magisterial, mientras el inicio del año escolar revelaba el abandono de la infraestructura en que sumió al sector la gestión Saavedra.

Pero no solo se trata de ineficiencias en la gestión. El proyecto de la izquierda —que pretende marginar al sector privado de la gestión de la educación básica y superior y que, mediante cirugías curriculares, pretende imponer los temas de género y las versiones excluyentes de la izquierda sobre la reciente historia en el Perú— desató un enfrentamiento con el Congreso y amplios sectores de la sociedad religiosa que, incluso, protagonizaron las más grandes movilizaciones de nuestra historia.

Por todas estas consideraciones, el presidente Martín Vizcarra no debería cometer el terrible y quizá irreparable error de nombrar un ministro del sector que reproduzca las visiones intolerantes de una corriente política que nunca ganó una elección nacional y que, gracias su preponderancia mediática, intenta mangonear el sector para convertirlo en fuente principal de financiamiento de sus proyectos.

En una democracia, el Estado debe convertirse en el promotor de todas las interpretaciones y corrientes con respecto a un determinado tema en debate en la sociedad. De ninguna manera la escuela pública debe convertirse —tal como era el objetivo de los comunistas y los nazis— en el homogenizador de las diferencias presentes en un país. Por ejemplo, los polémicos temas de género y las interpretaciones históricas sobre los acontecimientos en las últimas décadas deberían discutirse abiertamente, sin necesidad de que la escuela pública adopte determinada opinión.

Vale recordar que la izquierda siempre ha intentado instrumentalizar la educación en función de sus estrategias de poder. En los sesenta se apoderó de las universidades y las facultades de educación públicas, llegó a controlar el sindicato magisterial y la escuela nacional. El resultado: el baño de sangre terrorista y senderista de los ochenta. Hoy la izquierda ha abandonado la estrategia violenta del poder y asume el camino gramsciano, que se propone construir un bloque ideológico, político y cultural para dirigir el Estado. En ese objetivo, controlar la escuela pública resulta fundamental.

En todo caso, señor presidente Martín Vizcarra, por favor, no cometa un error que puede dañar la gobernabilidad que la mayoría de peruanos está empeñada en construir.

 

  • 29 de marzo del 2018

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