Desde las reformas económicas de los noventa, la Consti...
Los profesores universitarios, organizados en la Federación Nacional de Docentes Universitarios (FENDUP), anunciaron un paro de labores académicas a partir del 18 de noviembre. No obstante, en la mayoría de universidades públicas la medida fracasó en todas las líneas.
Al respecto vale señalar que entre las demandas sindicales planteadas están la oposición a la la Ley de la Carrera Pública Docente, mayores plazos para adecuar los grados de magíster y doctor, homologación de remuneraciones y el cumplimiento de pago de CTS. Y, como en los colegios públicos, solicitan el nombramiento de los profesores contratados.
Llama poderosamente la atención que las demandas del sindicato de los docentes universitarios evocan el economicismo sindical de los años ochenta. Y llama la atención porque en tiempos de revolución digital, de explosión de las tecnologías de información y del surgimiento de la sociedad de conocimiento, el profesor universitario debe convertirse en el director de orquesta de los huracanes de información y conocimiento que soplan en todas las direcciones. Quizá por ese economicismo en las reivindicaciones, el paro de los docentes universitario ni se sintió en los claustros del país.
Estos criterios sindicalistas se agravan hoy que la universidad pública nacional está en inmejorables condiciones para despegar porque, gracias a la inversión privada, se ha evitado la tugurización de los claustros públicos, mientras el gasto per cápita del Estado por alumno se ha multiplicado. ¿A qué nos referimos? Antes de permitirse la inversión privada en la educación superior, las universidades públicas concentraban los dos tercios de la matrícula, mientras las privadas un tercio. Las universidades públicas eran los claustros de los pobres y las privadas los centros de los ricos, con pensiones inalcanzables para la mayoría. Sin embargo, hoy en día las universidades privadas (asociativas y societarias) atienden dos tercios de la matrícula y las públicas solo uno.
¿Qué significa esta situación? Que en las últimas tres décadas la matrícula en los claustros públicos no aumentó, mientras se multiplicaban los presupuestos. En otras palabras, la inversión por alumno aumentó considerablemente porque el sector privado absorbió la demanda de matrícula universitaria que la alfabetización del país desató desde la década de los setenta.
En este contexto, las condiciones para el despegue de la universidad pública son inmejorables. Sobre todo considerando que, al haberse mantenido el mismo número de estudiantes, la selección de los alumnos se volvió más exigente y, de una u otra manera, los jóvenes talentosos de los sectores menos favorecidos ingresaron a estos centros de estudio.
En este contexto, las demandas sindicales y economicistas suenan como ruidos desafinados y fuera de época. De allí que el fracaso de la huelga de docentes universitarios sea una buena noticia para la universidad pública.
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