Desde las reformas económicas de los noventa, la Consti...
En la lucha contra el proyecto comunista y colectivista de Perú Libre y el Movimiento por la Amnistía de los Derechos Fundamentales (MOVADEF), a nuestro entender, el papel del sector privado en la educación debe ser revalorado de manera superlativa.
Como todos sabemos, una de las primeras acciones del Ejecutivo ha sido reconocer a la Federación Nacional de Trabajadores de la Educación (Fenate), una facción del sindicalismo magisterial vinculada a las corrientes maoístas del Movadef. El principal objetivo del Fenate es eliminar la Carrera Pública Magisterial, una política de Estado que se aplica desde los últimos tres gobiernos para nombrar y promover a los docentes en base a criterios meritocráticos. Es decir, que busca que los maestros que enseñan en las escuelas públicas tengan la calidad suficiente para formar a las nuevas generaciones ciudadanos.
El Fenate no quiere meritocracia. Pretende nombramientos indiscriminados y establecer la estabilidad laboral absoluta del docente. ¿Por qué? Porque la estrategia maoísta es convertir al magisterio en herramienta para el adoctrinamiento comunista de las nuevas generaciones. En otras palabras, prioriza una estrategia de poder antes que la educación de los niños pobres y la lucha contra la pobreza en general.
Para avanzar en esta estrategia las corrientes comunistas ortodoxas necesitan instaurar ideologías oficiales –tal como lo hacía el progresismo con el tema de género– alrededor de la economía, el Estado, el mercado, el medio ambiente, la historia, el lenguaje y todos los temas culturales.
Uno de los principales diques en contra de la estrategia totalitaria de las corrientes comunistas en la educación, incuestionablemente, es el sector privado. Basta señalar que el sector privado educativo atiende un tercio de la matrícula en la educación básica y dos tercios en la educación superior.
Uno de los problemas en contra de la educación privada siempre ha sido la estrategia de demonización que alentaron las corrientes progresistas. Sin embargo, en la última prueba PISA el rendimiento de los alumnos de los colegios privados del Perú superó largamente el promedio latinoamericano. Igualmente, diversas universidades privadas comienzan a trepar en los rankings latinoamericanos de rendimiento e investigación.
De otro lado, el “Estudio de contribución económica a la educación privada en el Perú”, una reciente investigación de Apoyo y Consultoría, ayuda a enfrentar los mitos y leyendas que se han construido en contra de la educación privada. En el estudio se señala, por ejemplo, que el sector privado de la educación aportó al PBI S/ 13,000 millones en el 2019, una suma que representó el 60% del PBI del sector. Asimismo, los aportes al fisco del sector representaron S/ 1,200 millones. Según Apoyo, con esa suma se podría financiar tres programas de Cuna Más. Y el argumento de que la educación privada no tributa, ¿de dónde salió? Es incuestionable que estamos ante una feroz demonización de la actividad.
Una de las conclusiones más sorprendentes del informe de Apoyo es que el 73% de los alumnos de la educación privada y superior está en los sectores C, D y E. Es decir, la mayoría de los alumnos del sector pertenecen a los sectores sociales emergentes, que han avanzado con el modelo económico en las últimas tres décadas. Semejante hallazgo revela que las pensiones de los claustros privados han avanzado por debajo del aumento de los ingresos familiares en los últimos tiempos.
Pero quizá lo más importante de los claustros privados, frente a la amenaza totalitaria de instrumentalizar la educación, es que se han convertido en un bastión de pluralidad educativa. Finalmente, los contratos entre las familias y los centros privados son una expresión directa de la voluntad de la sociedad de preservar la pluralidad educativa.
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