El Perú avanza por tres años consecutivos a incu...
El Instituto Nacional de Estadística (INEI) acaba de informar que en el segundo semestre del 2020 alrededor de 6.72 millones de peruanos perdieron sus empleos. Entre los meses de abril, mayo y junio, la población ocupada disminuyó en 39.6% respecto al mismo periodo del 2019. En el agro el empleo cayó en 6.5%, menos que en las ciudades, en donde se registra la mayor cantidad de destrucción de puestos de trabajo.
Vale señalar que el INEI señala que la suma de los ingresos de los hogares de los trabajadores dependientes e independientes (masa salarial) disminuyó en 53%. En otras palabras, las proyecciones acerca de que la población debajo de la línea de la pobreza aumentará a cerca del 30% –al menos transitoriamente– comienzan a cumplirse. El empleo y la pobreza, pues, no son cifras macroeconómicas frías que a nadie importa, como suelen decir los colectivistas.
De otro lado, las cifras de la economía son aterradoras: el PBI se contraerá en más de 15%, el déficit fiscal se acercará al 10% del PBI y la deuda pública sobrepasará el 35% del PBI. En otras palabras, como una economía devastada por una guerra convencional. Y no se trata de cargar las culpas al coronavirus. Es verdad que todas las economías caerán por la pandemia, pero el Perú será la economía de ingreso medio que más caerá.
Un Estado mal dirigido, un Ejecutivo errático, pues, pueden destruir los activos económicos y sociales que un país ha logrado a lo largo de tres décadas en apenas algunas semanas. Es lo que sucede en el Perú. La incapacidad del pasado Gabinete Zevallos para contener la pandemia determinó la estrategia del confinamiento ciego. Los protocolos del Ministerio de Salud de la gestión Zamora parecían confeccionados adrede para la destrucción del sector privado. Los resultados están sobre la mesa: millones de empleos perdidos.
Ante esta situación el Perú solo tiene una alternativa: relanzar la inversión privada y salvar su tejido empresarial, al margen de la destrucción de la pandemia, los yerros del Ejecutivo y las conspiraciones colectivistas. Vale recordar que, antes de la pandemia, el sector privado había logrado triplicar el PBI, convertirse en el protagonista principal de la reducción de pobreza (un 75% del total) del 60% de la población a solo 20% y convertir al Perú en una sociedad de ingreso medio. Pero eso no es todo. El sector privado aporta más del 85% de los ingresos del Estado, que los burócratas han dilapidado en políticas erráticas para contener la pandemia. Hoy todo eso está en cuestión por el Covid y los yerros del Ejecutivo.
Una de las cosas que preocupa en extremo es que el Ejecutivo y el Legislativo se hayan embarcado en una carrera populista buscando controlar precios y regular mercados. Es el camino inverso del relanzamiento del sector privado. Es su destrucción. La única manera de relanzar las inversiones en minería, infraestructuras y otros sectores, es manteniendo el modelo económico y profundizando algunas reformas promercado y a favor de la inversión privada. No hay otra.
Una de las primeras cosas que debemos hacer es acabar con las sobrerregulaciones del Estado, de los ministerios, y de los gobiernos regionales y locales. El Gabinete Zevallos hizo todo lo contrario. Si se simplifican los procedimientos y trámites –como se está haciendo en el Ministerio de Energía y Minas– la posibilidad de digitalizar al Estado, incluso, como parte de una estrategia sanitaria está sobre la mesa. Digitalizar y desregular el Estado nos obligaría a reducir ministerios, dependencias y burocracia que solo se justifican en el trámite y el procedimiento.
A partir de esa reforma todo se puede imaginar. Desde una reforma tributaria integral, pasando por reformas al modelo de asociaciones público privadas, hasta una reforma laboral. La idea es una sola: menos trámite y menos cargas para el sector privado, para que fluya la inversión, se genere empleo y recuperemos con más rapidez lo perdido. El otro camino de regular precios y mercados, y aumentar el gasto social, es la ruta directa a la tragedia venezolana.
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