Editorial Economía

Receta equivocada

Receta equivocada
  • 03 de junio del 2014

NO somos un país primario exportador

El ministerio de la Producción ha publicado el Plan Nacional de la Diversificación Productiva (PNDP) en el que se propone diversificar la economía del país. Si alguien se plantea semejante objetivo es porque cree que nuestra economía, con énfasis más o énfasis menos, es primario exportadora, es decir que “estamos exportando piedras”, y que la explotación de nuestros recursos naturales produce enclaves desconectados de los pujantes mercados populares.

La data en contrario es abrumadora. Entre 1994 y el 2007 la participación de la manufactura se incrementó de 14% del PBI a 16.5%. Considerando el crecimiento del país, la manufactura duplicó su presencia en la economía, pero ya no se trata de una industria ensambladora capitalina, sino de una industria descentralizada y globalizada, capaz de competir de igual a igual con cualquiera en el planeta. ¿Cómo pretender entonces dictar planes y recetas para diversificar una economía que se diversifica como nunca antes en nuestra historia?

Antes del ya famoso PNDP del ministerio de la Producción, Piero Ghezzi y José Gallardo publicaron el sesudo libro ¿Qué hacer con el Perú?, texto en el que, de alguna manera, se compran el argumento de la economía primario exportadora. Unos meses antes otro libro Cuando despertemos en el 2062 de la Universidad del Pacífico, también planteaba el tema en el mismo sentido. Es evidente que alertar sobre las cosas negativas que sucedieron con la explotación de nuestros recursos naturales es necesario si recordamos que el boom del guano del siglo XIX y el de los minerales del de mitad del siglo XX no nos dejaron una mejor infraestructura vial ni una sociedad con menos exclusión.

Sin embargo, ¿cuál es la diferencia de aquellas épocas pasadas con el Perú de hoy? En primer lugar, una fundamental: hoy el país es una sociedad de millones de propietarios, a diferencia de la sociedad oligárquica de ayer, donde las mayorías andinas estaban excluidas del mercado. La condición de propietario en una democracia genera inmediatamente ciudadanía y ahora es impensable extraer recursos de una región sin entregar el canon correspondiente. Es decir, la extracción minera se ha convertido en un proceso económico y social sin precedentes en nuestra historia y, al margen de los déficits evidentes, las carreteras, los puentes, las telecomunicaciones y la oferta energética se multiplican sin cesar.

De allí que los economistas nos abrumen con cifras sobre los encadenamientos productivos que se desarrollan a partir de la minería y otros sectores de la economía. ¿Se podía pensar en algo así en la época del boom guanero cuando millones de hombres del campo no podían vender ni comprar? De ninguna manera.

Algo más. En un aleccionador artículo titulado Recursos naturales: bendición, no maldición del Portal Lampadia se explica con precisión el papel que cumplen la democracia y la economía de mercado en alejar la posibilidad de que la explotación de los recursos naturales se convierta en una maldición y cancele las posibilidades de desarrollo y fortalecimiento institucional. Los ejemplos son varios: Noruega, Canadá, Nueva Zelanda, Chile y el Perú. Las sociedades desarrolladas han alcanzado ese nivel porque la explotación de sus recursos naturales benefició a millones de personas que tenían derecho al voto y la propiedad y, sin temor a equivocarnos y, a pesar de los problemas, los peruanos nos encontramos en ese camino.

   

  • 03 de junio del 2014

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