Todo indica que el Ejecutivo seguirá desarrollando salv...
El Perú está entre los diez principales países que abastecen de alimentos al mundo. Desde el año 2000 ha logrado exportar más de 600 variedades de frutas y hortalizas que compiten con los mejores productos del planeta. Según el Banco Mundial, entre el 2000 y el 2015, la agricultura nacional creció sobre el 3.3%.
Sin embargo, resulta necesaria una aclaración: la agricultura moderna, la agricultura de agroexportación, creció cerca del 7%. ¿Por qué entonces una tasa promedio tan baja? Por la sencilla razón de que la agroexportación solo se desarrolla en el 5% del total de tierras dedicadas a la agricultura (250,000 hectáreas), en tanto que la agricultura tradicional, basada en el minifundio, se emplaza en el 95% restante de tierras (aproximadamente 4.5 millones de hectáreas).
Considerando que diversas proyecciones señalan que el país tiene la posibilidad de ganarle a los desiertos más de 400,000 hectáreas a través de siete proyectos hídricos, las posibilidades del Perú en la agroexportación, son inimaginables.
En dos décadas de vigencia de la Constitución de 1993, de la Ley de Promoción Agraria (ley 27360) –absurdamente derogada– y de la puesta en marcha de los 22 tratados de libre comercio, el Perú captó más de US$ 20,000 millones en inversiones para agroexportaciones, se contrató a más de 1.5 millones de trabajadores formales, la pobreza en las regiones agrarias se redujo por debajo de la media nacional y, además, se crearon clusters de industrias y servicios en las zonas agrarias.
Las agroexportaciones, entonces, no solo son un poderoso motor de crecimiento y de reducción de pobreza, sino que también representan la principal fuente de diversificación de la economía. La izquierda pasó décadas señalando que el avance de la minería nos llevaría a, simplemente, ser “una economía primaria exportadora”. Sin embargo, ahora se dedica a demonizar a las agroexportaciones.
Pero no vaya a creerse que las agroexportaciones solo tienen que ver con las grandes inversiones. De ninguna manera. De un total de más de 7,500 unidades dedicadas a las agroexportaciones, más del 80% corresponde a pequeñas y medianas empresas (pymes agrarias). La agroexportación, pues, también es una locomotora que jala hacia arriba a las pequeñas unidades agrarias.
En el Perú existen más de 2.2 millones de minifundistas que conducen el 95% de las tierras dedicadas a la agricultura. Nos referimos a la llamada agricultura familiar, que desarrolla una actividad de subsistencia y cuyos trabajadores viven en pobreza. ¿Qué hacer para superar ese estado de exclusión de los minifundistas? A nuestro entender, el Estado debe resolver los problemas de los derechos de propiedad de los pequeños predios para que los agricultores puedan asociarse, acceder a créditos y celebrar contratos. Igualmente, el Estado debe solucionar los problemas de infraestructuras que afectan a los minifundios: agua y carreteras.
Sin embargo, la única posibilidad de que los minifundistas abandonen la situación de marginación es dándoles acceso a los beneficios de las agroexportaciones. En ese sentido, en toda la costa, la sierra y la selva se debería promover que los agricultores puedan acceder a un mercado de más de 5.5 millones de consumidores –establecidos en los 22 TLC–, a semejanza de las inversiones en agroexportación.
No obstante, para avanzar en ese camino es fundamental que el Congreso restablezca la plena vigencia de la derogada Ley de Promoción Agraria, que establecía regímenes tributarios y laborales especiales, que fomentaban las inversiones y las contrataciones masivas de trabajadores, con todos los derechos y beneficios sociales establecidos en la ley.
El Perú puede ser una potencia agrícola mundial. Depende de nosotros.
COMENTARIOS