Según el reporte Mineral Commodity Summaries 2025, publ...
Según las proyecciones del Banco Mundial (BM) la economía del Perú crecerá 2.5% del PBI en el 2025, muy por debajo de la recuperación económica de la Argentina de Javier Milei, que sumará una expansión de 5% del PBI, y del Paraguay que alcanzará 3.5%. Según el BM, el país también estará por debajo de Colombia que se expandirá en 3% del PBI y por encima de Brasil y Chile que apenas sobrepasarán el 2% del PBI.
La proyección del crecimiento para el Perú en el 2025 no permitirá reducir la pobreza ni consolidar a las clases medias en nuestra sociedad. Todos los economistas y proyecciones señalan que el país necesita por lo menos expandir su economía en 4% para reducir el número de pobres. Sin embargo, ¿qué ha sucedido en el Perú para tener proyecciones tan mediocres en crecimiento?
Si recordamos la inversión en el megapuerto de Chancay, el proyecto de aeropuerto espacial con la NASA de los Estados Unidos, nuestra condición de segundo productor mundial de cobre, nuestras potencialidades mundiales en agroexportación, la condición de potencia pesquera mundial, la pregunta que emerge es, ¿por qué la economía nacional solo podrá crecer en 2.5% en el 2025?
Y la respuesta está en que las ventajas en geografía y los recursos naturales no son las fuentes principales de la riqueza de las naciones. Es incuestionable que estos dos factores pueden acelerar, abreviar, el camino hacia el desarrollo, pero sin las condiciones que posibilitaron construir riqueza en las naciones desarrolladas el Perú nunca abandonará su postración.
¿Cuál es la condición impostergable para avanzar al desarrollo? Es evidente que el factor determinante en el desarrollo es la construcción del Estado de derecho. En Occidente el desarrollo del capitalismo durante dos siglos avanzó en paralelo a la consolidación de los estados de derecho. El proceso demandó dos siglos, pero el aprendizaje posibilitó incrementar la productividad de la economía a niveles impensados.
En los países del sudeste asiático, en los llamados Tigres de Asia, el camino al desarrollo se abrevió en algo más de cuatro décadas. A través de dictaduras y autoritarismos se incrementó la productividad de la economía y el crecimiento expandió a las clases medias, desapareció a la pobreza y, finalmente, el propio avance económico y social obligó a consolidar estados de derecho en donde el respeto a la ley, a la propiedad y los contratos son factores determinantes. China es una interrogante y un caso único en la historia de la humanidad que merece otro análisis.
Sin embargo, es evidente que la geografía y los recursos naturales no son factores determinantes para alcanzar el desarrollo. De lo contrario, luego de la independencia y la fundación republicana, el Perú se habría convertido en una sociedad desarrollada como cualquier estado de la unión americana del norte. El Perú, pues, sigue atrapado en un pantano que le impide consolidar su estado de derecho.
¿Qué hacer? En primer lugar, cambiar la cultura jacobina y refundacional que nos señala que redactar una nueva constitución es la panacea hacia el desarrollo. Aprendamos a respetar los periodos constitucionales y dejemos que las instituciones tramiten los conflictos sociales, tal como sucedió en las grandes naciones desarrolladas. Y en segundo lugar, desarrollar las reformas que nos permitan consolidar el Estado de derecho e incrementar la productividad de la economía.
El próximo Ejecutivo y Congreso que emergerán de las elecciones del 2026 tienen una responsabilidad impostergable: desarrollar una reforma integral y radical del sistema de justicia para enfrentar la ola criminal y superar el brutal proceso de judicialización de la política que implementaron el progresismo y el neocomunismo como una forma de allanarle el camino al poder a Pedro Castillo. Otra gigantesca tarea es cancelar el Estado burocrático y eliminar ministerios, oficinas y sobrerregulaciones que buscan ahorcar a los privados y la sociedad.
Reformas del sistema de electoral, del sistema de partidos para evitar la fragmentación generalizada de la representación, reformas de la educación y del sistema de salud, reformas tributarias para reducir impuestos y simplificar el cobro de los mismo, reforma laboral para flexibilizar los contratos de trabajo e inversiones para cerrar las brechas de infraestructuras son las transformaciones que posibilitarán consolidar el Estado de derecho e incrementar la productividad de la economía.
No hay otro camino. De lo contrario, cualquier avance será un nuevo camino a la frustración y a la involución.
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