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Neorrealismo limeño

Sobre la película peruana “Rosa Chumbe”

Neorrealismo limeño
  • 20 de junio del 2017

Sobre la película peruana “Rosa Chumbe”

Por fin llega a nuestros cines una de las películas peruanas más esperadas de los últimos tiempos: Rosa Chumbe, el debut en el largometraje del director Jonatan Relayze Chiang (Lima, 1981), que participó en la competición oficial del Festival de Cine de Lima 2015. Después de verla podemos decir que los dos años de espera valieron la pena, pues se trata de una buena película: densa, oscura y sin ningún tipo de concesiones. Y por eso mismo, también se debe señalar que —como en el caso de La última tarde— no se trata de una película dirigida al gran público, sino a esa minoría de “conocedores” capaces de seguir a la protagonista en su tedioso descenso a un infierno de miseria y degradación.

Rosa, interpretada de manera sobresaliente por Liliana Trujillo, es una policía limeña de unos 45 años de edad, uno de los muchos policías que realizan sus labores exclusivamente tras un escritorio. Además de ineficiente y perezosa, Rosa es una mujer solitaria, que vive en una barrio sumamente pobre, y en compañía de su hija Sheyla (la actriz Cindy Díaz) y el bebé de esta, con quienes casi no interactúa, salvo para discutir. Las únicas “salidas” de Rosa de su opresiva rutina diaria son su vicios (es alcohólica y ludópata) y el humor “verbal” de un programa de televisión. Pero esto cambia cuando Sheyla abandona la casa (para hacerse un aborto) y Rosa tiene que asumir el cuidado de su nieto; aunque con terribles consecuencias, que la abuela trata de remediar mediante la fe, sumándose a la multitud de penitentes de la limeñísima procesión de El Señor de los Milagros.

La historia de Rosa puede ser vista como un descenso al infierno y la posterior salida de él gracias a la fe religiosa. Para contar esta historia el director no apela para nada al diálogo (en ese aspecto, está en las antípodas de La última tarde), ni al desarrollo de la trama, pues lo que los espectadores vemos en casi todos los 75 minutos de película (ojo, una película promedio dura unos 100 minutos, por lo que se trata casi de un corto) es a la protagonista repitiendo su rutina diaria (jugar, beber, ver televisión) casi sin hablar con nadie. La cámara simplemente sigue a Rosa (y en menor medida a Sheyla) por los lugares más sucios y miserables de Lima; y en los últimos minutos, hasta la procesión. Y es ese tramo final que el hiperrealismo (diríamos neorrealismo limeño) se abre a la posibilidad de una salida propia del realismo mágico.

No obstante su calidad, Rosa Chumbe tiene algunos puntos débiles. Ya hemos señalado su brevedad y la falta de una verdadera trama, características que unidas hacen que los espectadores sientan que el final es demasiado abrupto, que el relato se ha cortado justo en la mitad. Otro problema es el evidente regodeo en la miseria, lo que la crítica suele denominar “pornomiseria”. Es curioso que casi todos los comentarios elogiosos a la película traten precisamente de hacer el deslinde: “Las imágenes… descubren una Lima cotidiana y agresiva, inhóspita, pero con una cuota de estilización que disuelve cualquier asomo de truculencia o pornomiseria”. Lo cierto es que esa supuesta “estilización” no es suficiente para justificar esos excesos, que cualquier espectador honesto puede comprobar.

  • 20 de junio del 2017

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