El pasado 21 de octubre, el abogado y escritor Gary Marroquín M...
Saludable vuelta a las raíces de los superhéroes DC
El actual auge de las películas de superhéroes ha llevado a una lucha por la supremacía entre DC y Marvel, los dos “universos” más importantes en este tipo de ficciones. Acaso el primer gran triunfo de DC fue con Batman, el caballero oscuro (2008) de Christopher Nolan, que llevó los personajes del cómic —género tradicionalmente creado para el público infantil y adolescente— hasta una audiencia adulta. Desde entonces la “oscuridad” que le dio Nolan al universo DC, se ha convertido en un lastre cada vez más pesado para las películas. Por eso no podemos dejar de celebrar la luminosidad y la vuelta a las raíces del cómic que representa Mujer Maravilla (Wonder Woman, 2017), la primera de este género cinematográfico dirigida y protagonizada a la vez por mujeres: Patty Jenkins (California, 1971) y Gal Gadot (Israel, 1985).
El personaje de Wonder Woman fue creado en 1941, la “edad de oro” del cómic, por William Moulton Marston (1893-1947), el inventor del detector de mentiras. Como se sabe, se trata de un personaje derivado de la mitología griega: la princesa Diana de una comunidad de guerreras amazonas que viven en una isla (Temiscira) oculta de la civilización moderna. La misión de estas amazonas es preservar la paz, por eso cuando llega a la isla un piloto perdido en combate —Steve Trevor, interpretado por Chris Pine (California, 1980)—durante la Guerra Mundial, Diana decide acompañarlo para ponerle fin a ese conflicto que tantas muertes y desgracias está causando. El resto de la película narra ese viaje, el deslumbramiento de Diana con el mundo moderno, y la lucha en el frente de batalla, hasta encontrar al verdadero causante de la guerra: el dios Ares.
Decíamos que en esta oportunidad se ha abandonado la “oscuridad”, y eso es evidente desde las primeras escenas de la película, que remiten al luminoso y paradisiaco paisaje de Temiscira (que en algunas versiones previas es denominada “Isla Paraíso”), donde las amazonas viven en un sociedad similar a la Grecia clásica, pero sin hombres. Ahí una Diana de siete años inicia sus entrenamientos para convertirse en guerrera, bajo la tutela de su madre —la reina Hipólita— y la general Antíope (Robin Wright, la protagonista de la serie House of Cards). Hay un tono épico, pero también mucha frescura y dinamismo en estas secuencias. Luego, con el viaje de Diana a Londres, la película gana en humor, con los “desencuentros” de Diana con los roles femeninos de la primera mitad del siglo XX. En esta segunda parte prima el tono de “película de aventuras” (con romance entre los protagonistas incluido), en escenas como las de la fiesta de gala para los altos mandos alemanes, a la que Diana y Steve se filtran. Por último se da la infaltable gran batalla final del bien contra el mal, la lucha de Diana contra Ares, que es acaso el punto más bajo del filme.
A la “luminosidad” contribuyen también, y en gran medida, los propios personajes. La Diana interpretada por Gadot (en una buena actuación) tiene siempre algo de infantil y traviesa, que la diferencia radicalmente de los otros superhéroes de DC (Batman, Superman, Flash), atormentados por las grandes tragedias de sus pasados. Lo mismo sucede con Trevor y su “escuadrón”, que no tiene nada de suicida; pero sí mucho sentido del humor, como en el caso del francotirador y borrachín Charlie. La directora Jenkins —conocida más que nada por su excepcional Monster (2003)— ha logrado hacer de Mujer Maravilla un saludable retorno a las propias raíces del cómic, género de relatos gráficos en los que los jóvenes de hace 75 años encontraban todas las aventuras, maravillas y emociones que no les brindaba el mundo real.
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