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El reconocido artista plástico Fernando de Szyszlo falleció ayer, en su casa del distrito de San Isidro (Lima), a la edad de 92 años. Las circunstancias de su muerte aún no se conocen con precisión, aunque se ha hablado de un accidente doméstico, en el que también murió la esposa del artista, Liliana Yábar (se casaron hace 29 años). El hecho de que la pareja muriera junta en su propia casa ha generado todo tipo de especulaciones. Más allá de ello Fernando de Szyszlo fue durante décadas una de las personalidades más respetadas y admiradas de nuestro ambiente cultural, y el artista plástico peruano de mayor reconocimiento internacional.
Poseedor de la Orden El Sol del Perú (la distinción más importante que concede el Estado peruano a las personas que brindan destacados servicios a la patria), así como de la Cruz de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras del Gobierno de Francia, Szyszlo es todo un hito en la historia del arte peruano, pues su pintura logró fusionar dos tendencias que parecían irreconciliables: el indigenismo y el arte abstracto. Sus obras forman parte de colecciones tan importantes como la del Museo de Arte Moderno de España, el Museo de las Américas (Washington D.C.), el Museo de Arte Moderno de México, el Museo Guggenheim de Nueva York y el Museo de Bellas Artes de Caracas, entre muchos otros.
Szyszlo nació en Lima el 5 de julio de 1925. Sus padres fueron un físico polaco radicado en Lima y una hermana del escritor Abraham Valdelomar. Realizó sus estudios escolares en el Colegio La Inmaculada y los superiores en la Universidad Católica, primero en la facultad de arquitectura y después en la de Artes. Hizo su primera exposición individual en Lima en 1947, con obras netamente abstractas en las que se podía ver la influencia de Picasso y Matisse. Poco después viajó becado a París. Apenas al llegar a la capital francesa, Szyszlo dice haberse dado cuenta de dos cosas: “que no sabía pintar y que era latinoamericano”. Ahí se integraría a la efervescente vida cultural parisina, estableciendo amistad con personalidades como André Bretón, Octavio Paz, Julio Cortázar y Wilfredo Lam.
A su regreso al Perú, en 1955, Szyszlo inició una nueva etapa de su vida artística, combinando su aprendizaje formal europeo con una temática más propiamente peruana, centrada en los mitos y la iconografía prehispánica, especialmente de la cultura Nazca. “Una pintura densa de significaciones y trasunta de sugerencias; no tanto inventada o pensada, sino sentida y entrañablemente comprometida”, dijo un crítico sobre una exposición de Szyszlo de 1955. En los años sesenta, asumió con más decisión la búsqueda de las raíces andinas de su arte, a través de cuadros de gran formato y el uso de ciertos colores y texturas.
Así inició la etapa más brillante de su trayectoria artística, con obras como Illa (1960),Cajamarca (1961), Apu Inka Atawallpaman (1966) e Inkarri (1968), una de las más conocidas, en la que la resurrección del “Inca rey” (narrada en el mito de Inkarri) es representada mediante formas negras flotando sobre un fondo rojo. Szyszlo siguió produciendo incansablemente excelentes pinturas y esculturas a lo largo de los últimos cincuenta años, aunque ya sin mucha evolución temática ni formal.
Paralelamente, se convirtió en uno de los principales animadores del debate artístico y cultural en nuestro medio, lo que lo llevó incluso a formar parte de ese grupo de intelectuales “liberales” que, a través del movimiento Libertad, apoyaron a Mario Vargas Llosa en su candidatura a la presidencia de la República, en 1990. Y hasta en los últimos días de su vida siguió opinando, sin ningún tipo de temores, sobre la actualidad política peruana. Todo un ejemplo de artista e intelectual.
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