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El conjuro 2 continúa las aventuras paranormales de los esposos Warren
Nacido en Malasia, en 1977, el director y productor James Wan ha tenido un vertiginoso ascenso. A inicios de siglo, cuando aún era desconocido, dirigió un par de cortos que tuvieron cierta resonancia. Uno de ellos fue convertido en el largometraje Saw (2004), titulado en Latinoamérica El juego del miedo. Como se sabe, El juego del miedo se transformó en una de las más exitosas sagas de terror, con seis secuelas (2004-2010), siempre bajo la producción o dirección de Wan. Ya convertido en uno de los más taquilleros directores del género, Wan ha continuado su carrera con altibajos, con títulos como La noche del demonio (tres entregas: 2010, 2013, 2015), Anabelle (2014) y especialmente El conjuro (2013), hasta ahora su trabajo más logrado. Por eso las grandes expectativas acerca de la segunda película de esta saga, El conjuro 2 (2016), actualmente en nuestros cines.
La narración continúa la historia de la pareja conformada por Ed y Lorraine Warren (interpretados nuevamente por Patrick Wilson y Vera Farmiga), esposos norteamericanos que en la década de 1970 adquirieron fama como investigadores de fenómenos paranormales. Esta vez son llamados a Londres, en 1977, para resolver el caso de una casa embrujada, en el modesto barrio de Enfield, donde la familia Hodgson es acosada por una entidad sobrenatural. Esta entidad, el espíritu de un antiguo propietario de la casa, establece un vínculo especial con Janet Hodgson (Madison Wolfe), una niña de once años a quien usa como médium y hasta hace levitar. Por su parte, los Warren comienzan a tener extrañas experiencias, en las que los amenazan seres demoníacos, sin ninguna relación aparente con la casa de Enfield. Y cuando ya están a punto de dejar el caso de los Hodgson (por no ser de su especialidad, lo demoníaco), se descubre qué se oculta detrás de esos fenómenos, y todo confluye en un vertiginoso final.
Entre los méritos de la primera entrega de El conjuro estaba la confluencia de dos de las vertientes más tradicionales del cine de terror: la de las casas embrujadas y la de los relatos de exorcismo. Ambas se unían en una historia fluida y coherente, que además representaba una “puesta” al día del género, en lo que respecta a técnicas narrativas y efectos especiales. Por ello, la película resultaba un resumen de lo mejor del cine de terror de las últimas décadas, realizado con la eficacia cinematográfica de Wan. Lamentablemente esta segunda entrega repite punto por punto la fórmula; esta vez en un contexto urbano y no “campestre”, lo que le resta fuerza a las situaciones (basta con que los Hodgson salgan de la casa y crucen la pista para que estén completamente a salvo). Y para darle la intensidad necesaria al relato, Wan no apela al desarrollo dramático de la historia o los personajes (solo hay una conversación “conmovedora”, entre Janet y Lorraine) ni al “suspenso” hitchcockniano, sino al fácil recurso del “susto”: apariciones inesperadas, de esas que hacen saltar a los espectadores. Un recurso válido dentro del género, pero cuyo abuso (como en este caso) lo hace predecible y le resta calidad a la película.
Si bien no llega a estar a la altura de las expectativas, El conjuro 2 resulta una película interesante, por encima del promedio de los blockbusters de terror que suelen aparecer en nuestra cartelera. Y que muestra que Wan todavía puede seguir explorando el terror, como hará con su próxima película Cuando las luces se apagan, a estrenarse este año. Pero también ya está incursionando en otros géneros: ha dirigido la exitosa Rápidos y furiosos 7 (2015) y ya se anuncian sus versiones de Mortal Kombat y Aquaman.
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