Alien Covenant: un xenomorfo en el paraíso

Ridley Scott ratifica su maestría en el cine de ciencia ficción

El cambio climático, el calentamiento global y el aparentemente irreversible deterioro del planeta, han llevado a la ciencia ficción cinematográfica (siempre atenta a este tipo de problemas) a presentarnos relatos de colonias de seres humanos que viajan a planetas en los que, como si fueran modernos paraísos terrenales, pretenden reiniciar la civilización desde cero. Ese ha sido el tema de películas recientes como Interestelar, Pasajeros y ahora Alien Covenant (2017), la sexta entrega de la saga iniciada por el británico Ridley Scott con Alien (1978) y que, tras pasar por directores tan prestigiosos como James Cameron y David Fincher, Scott retomara exitosamente en Prometheus (2012). Esta vez no será una serpiente sino el conocido monstruo xenomorfo el que expulse a la humanidad del paraíso.

Estamos en el año 2104, y la nave espacial Covenant está en camino al planeta Origae-6, transportando a 200 colonos adultos (en estado de hibernación, pues el viaje dura decenios) y a 1,400 embriones humanos. Un accidente hace que toda la tripulación (no los colonos) despierte antes de tiempo, y que se vea obligada a buscar un destino alternativo para la misión. Pero en el nuevo planeta, aparentemente perfecto para la vida humana, está David, el androide sobreviviente de la película Prometheus (interpretado por el alemán Michael Fassbender), y también una gran cantidad de xenomorfos, esos “aliens” de cabeza enorme, doble mandíbula y sin ojos. Una decena de tripulantes de la Covenant bajan al planeta para inspeccionarlo, y comienzan a ser salvajemente asesinados por los monstruos. A partir de ahí la película nos muestra la lucha por sobrevivir, tan propia de toda la saga Alien: el heroico enfrentamiento de los protagonistas a eso monstruos tan superiores físicamente a los humanos. Una lucha que esta vez también está centrada en un personaje femenino, interpretado por la británica Katherine Waterstin.

En Prometheus se incorporó a la saga el tema del creador y sus criaturas, que no era uno de los ejes de la trilogía original, y sí más bien de otra película de Scott: Blade Runner (1982), otro de los clásicos de la ciencia ficción. De ahí que Prometheus, sin dejar de ser una buena película, no encajara del todo en la saga. En Alien Covenant recién se produce la convergencia de esa temática con la del Alien original, a través del enfrentamiento entre el androide Walter (parte de la tripulación de la Covenant) y el ya mencionado David; idénticos (el mismo Fassbender) pero que representan respectivamente al bien y al mal. Con este cambio de perspectiva, Scott nos vuelve a contar la historia que ya nos contó en el Alien original: el xenomorfo se incuba en el cuerpo de un humano, mata a todos los que puede matar, y por último intenta abordar la nave espacial llena de seres humanos (no diremos si lo logra para no incurrir en spoilers).

Así Alien Covenant resulta dentro de esta saga algo muy parecido a lo que fue El despertar de la Fuerza (2015) para la saga Star Wars. Es decir, una especie de remake del primer capítulo, al que se le incorporan algunos de los temas secundarios que fueron apareciendo a lo largo de la saga. Y que además, como producto de los avances de la tecnología y de la industria cinematográfica en general, resultan obras más vistosas y atractivas para los espectadores que las obras originales que están “replicando”. Películas que, si analizamos con objetividad, no agregan nada a las anteriores entregas de estas sagas, y simplemente las vuelven al punto de origen, para iniciar una nueva serie de secuelas. A pesar de ello, estamos seguros de que Alien Covenant dejará más que satisfechos a los seguidores de la saga; y que quienes no lo son encontrarán en ella una excelente introducción al universo Alien.