Horacio Gago

Volvamos a la transversalidad del territorio

Se debe generar una red de caminos alejado de los ríos

Volvamos a la transversalidad del territorio
Horacio Gago
21 de febrero del 2018

 

Un análisis serio de los perpetuos problemas de ocupación de zonas de riesgo y desbordes de ríos, con víctimas humanas y enormes pérdidas, exige la evaluación de las causas y no solo el recuento de los hechos. Los antiguos peruanos dominaron nuestra agreste (pero riquísima) geografía a través de un uso transversal del suelo. Desde las cordilleras, pasando por quebradas y valles, y también las zonas bajas, hasta el desierto costeño y el litoral. Eran franjas de control y optimización del suelo y el agua. La concepción de los peruanos de entonces era el aprovechamiento y la complementariedad de todos los pisos ecológicos. Ese no fue un invento inca, sino muy anterior, quizá desde los wari, quienes además expandieron el idioma quechua, nacido en la sierra ancashina de hoy, y comunicaron esos pisos ecológicos con caminos transversales y las franjas con vías longitudinales, de modo que la integración del todo se hizo perfectamente posible.

Los peruanos de esos tiempos conocían perfectamente el clima y sus ciclos de lluvias, friajes y sequías, huaycos, deslizamientos y derrumbes. La concepción de transversalidad evitaba que las poblaciones se arrumasen en las zonas aledañas a los ríos o a las quebradas secas. La complementariedad en el uso del suelo permitía combinar los distintos pisos para asentar a las familias en lugares seguros.

Al inicio de los tiempos coloniales se mantuvo esta visión transversal del suelo, porque en un inicio los españoles respetaron los usos y costumbres de las comunidades andinas. Es verdad que se aprovecharon de la fuerza indígena para los trabajos en las minas, pero esto fue excepcional. El historiador Guillermo Lohmann Villena desbarató hace varios años la leyenda negra del maltrato genocida, leyenda creada por los indigenistas del siglo XX. Ese equilibrio duró hasta la mitad del siglo XVIII aproximadamente, aun en tiempos coloniales. En este momento, las “reformas borbónicas” lo estropearon todo. Debido al agotamiento de la plata del cerro Potosí y del alto Perú, los criollos de Lima implantaron el latifundio por primera vez en por lo menos 3,000 años de civilización.

Entiéndase por latifundio al uso y apropiación de corte medieval europeo sobre grandes espacios horizontales para medrar al máximo de uno o cuando mucho dos pisos ecológicos. Al romperse la transversalidad se terminó también el uso racional del suelo y del agua, y la complementariedad de los pisos en materia de ocupación de la población. Las comunidades indígenas fueron recluidas en las zonas más altas de la sierra, mientras que las tierras medias y bajas fueron entregadas a familias criollas latifundistas. Cuando J. C. Mariátegui describe el problema de la tierra y del indio en el Perú se refiere a este escenario.

Con las tierras bajas en manos de los criollos y las comunidades originarias empujadas a las punas, se creó un sistema de dominación perverso que duró décadas, hasta que la urbanización de la vida y la modernización de las ciudades produjo un nuevo fenómeno: las migraciones. El latifundio desapareció con las reformas agrarias, pero las invasiones de la segunda mitad del siglo XX no recompusieron la idea de transversalidad. Las tierras bajas siguieron en manos de los descendientes de los criollos o de las empresas transnacionales llegadas al país, y los invasores tuvieron que ocupar lo que sobraba: las zonas de riesgo en cerros, quebradas y laderas aledañas a los ríos y a los caminos. El resto es historia conocida.

Este relato tiene una moraleja: si la vida comunal y el uso transversal del suelo ya no son posibles, la solución pasa por alejar a los caminos de los ríos. Téngase en cuenta que las personas hacen sus viviendas cerca de las vías, y si estas se encuentran bordeando los ríos, entonces el peligro está cantado. Por eso debemos generar una red de caminos de corte transversal que una no solo las minas, sino también los distintos pisos ecológicos, para activar su gran potencial. La actual carretera central es el ejemplo de todo lo malo: trazo sinuoso, bordeando ríos, invadiendo quebradas secas e incentivando la ocupación en zonas riesgosas. Como dijo alguien hace poco: llueva o truene una nueva carretera central es imprescindible.

 

Horacio Gago
21 de febrero del 2018

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