Carlos Adrianzén

Vizcarra y el millón ignorado

El efecto de los migrantes venezolanos en la economía peruana

Vizcarra y el millón ignorado
Carlos Adrianzén
02 de septiembre del 2019

 

No es una buena idea olvidar donde estamos parados. Tampoco lo es no revisar —de tanto en tanto— si todavía estamos donde creíamos estarlo. Y a esto agréguele: igualmente no es una buena idea confiar ciegamente en lo que nos informan. Usted lo sabe bien, existen muchos intereses en este mundo y estos no tienen por qué ser alineados a los suyos. 

En estos días, en medio de las sucesivas revisiones a la baja del crecimiento local de la producción, inversiones y comercio exterior, estamos aceptando la percepción de que todo ya cambió para gris. Que si no atravesamos hoy un periodo recesivo, nos acercamos a él. Frente a este cuadro, la explicación más popular —como resulta históricamente usual— nos refiere a echarle la culpa a otros con compararnos con el resto. Que la guerra comercial estadounidense-china comprime el comercio y la inversión global y que nos golpea inexorable y directamente. Que en comparación a la recua de naciones perdedoras de la región no nos iría tan mal (observación arraigada localmente, aunque cada mes menos cierta). Desdichadamente para nosotros estas explicaciones no solo resultan erradas sino complacientes y contraproducentes. Nuestros gobiernos recientes, a ritmo tesonero desde la gestión de Ollanta Humala y sus colaboradores, han cometido una sucesión de errores de política económica de la mano con el gradual debilitamiento institucional y la intervención estatal. Es decir, hemos recaído en prácticas socialistas y mercantilistas. 

En el caso del moqueguano Vizcarra, a estos desbandes se ha añadido una serie de reformas constitucionales. Modificaciones del más evidente estilo chavista, enfocadas en desmantelar libertades políticas y que lógicamente amenazan acabar con lo que queda del régimen económico de la actual Constitución. 

En esta senda, el sello implica la incertidumbre política desatada en el discurso presidencial de Fiestas Patrias, así como los ruidos coligados a una eventual renuncia presidencial, cierre del Congreso, vacancia presidencial. Todo esto en medio de escándalos de corrupción burocrática que involucran al mismísimo Vizcarra. El mismo sello se ve complicado por el descrédito de las instituciones judiciales y de orden público y hasta de las compañías encuestadoras y medios de comunicación. Así las cosas (ver figura A), el deterioro del crecimiento económico peruano no resulta sorprendente. Un manejo que infla trabas a los negocios y –corroyendo el lado institucional- bloquea inversiones privadas. Es decir, nos debilita frente los efectos de la guerra comercial y del propio ruido político doméstico. 

Pero esto no es todo. El grueso de las discusiones sobre la economía nacional omite un detalle gigantesco. El relativamente súbito ingreso de un millón de ciudadanos venezolanos. Ciudadanos que, escapando de la debacle y crisis humanitaria chavista, llegan a una plaza donde se estaría inoculando (vía reformas políticas muy populares) la misma sífilis económica que destruyó su nación. 

Hoy no resulta lúcido ignorar el predecible bono demográfico y de capital humano asociado al ingreso población joven educada y niños. No es usual que lo reconozcamos, pero -dado el crecimiento de la esperanza de vida en nuestro país- nuestra fuerza laboral ya acaricia los indicadores de sociedad envejecida. Así las cosas, el bono nos podría caer pintado. 

El fondo aquí trasciende la apreciación popular respecto a las actividades delincuenciales de un puñado (de seleccionado y enviado por el genocida Maduro). Su aporte implicaría mucho más que esto. Podría elevar nuestra productividad laboral promedio en forma significativa. Esto, si y solo si la aprovechamos. Léase: si cambiamos la receta actual hacia mucho mayores libertades políticas y económicas; posibilitándose la recuperación de la inversión privada y el comercio exterior. En cambio, y habiéndolos recibido ya, de consolidarse la receta del vizcarrato, el shock migratorio complicaría el panorama significativamente. En español simplón: muchas más bocas para una olla de caldo cada vez menor.

Bajo esta última perspectiva e invitándolos a caer en algo de miopía, el gráfico derecho de la figura A trata de capturar el bombazo económico asociado al ingreso pasivo de un millón de pobladores más en el territorio peruano.

Los efectos de esta superposición –las reformas políticas y los retrocesos económicos del vizcarrato combinadas con la enorme migración venezolana- se arraigarían conforme se reduzcan libertades y se comprima la economía. Sin embargo, nótese que resultan inauditos hasta en el muy corto plazo. De mantenerse las tendencias de migración y actividad económica prevalecientes, este año –si consideramos la evolución del Producto Bruto Interno por habitante- técnicamente ya estaríamos en recesión (ver figura B). 

Separando gráficamente la evolución del producto per cápita nos debe inquietar la evolución de este índice (ver Figura C). Que su escala deje de crecer y que su escala se contraiga este año -en más de cien dólares americanos por persona- implica un impacto negativo directo sobre muchas variables críticas a lo largo de toda la economía (incidencia de pobreza, escala y rentabilidad bancaria, sueldos reales, etc.).

Finalmente, usando como referencia el índice de Ilarionov, las consecuencias en proceso de este golpe económico trascenderían el corto plazo. Implicarían —en términos de mayor desarrollo económico— el tránsito desde una fase previa de recuperación (2010-2013), pasando por una fase de estancamiento (2014-2018) hacia una fase de regreso a un mayor subdesarrollo económico (2019-).

Considerando el panorama global y estilo de manejo económico y político actual (i.e.: guerra comercial, reformas constitucionales, ruido por vacancia o amenazas de cierre del congreso con quiebre del orden constitucional e irrespeto por la ley y el orden públicos) resulta verosímil anticipar un crecimiento local en sostenida contracción para el accidentado periodo electoral en ciernes y la consolidación de una nueva administración. Esto, aún anticipando que un nuevo gobierno pudiese corregir los errores de gestión económica y recupere el orden público. Esto –nótese- implica un horizonte que solo descarta lo peor: un golpe de Estado chavista. Vale la pena aquí recordar que los actos pasados traen consecuencias. Aun bajo este escenario, resultaría previsible la reducción mediata de nuestro desarrollo económico (2019-2022*). 

Esta reducción, en español sencillo implicaría con alta probabilidad: mayor atraso relativo, menor empleo adecuado, mayor informalidad y flujos de inversión privada y estatal estancados por un periodo hoy indeterminado. Bajo este panorama, la migración llanera involucra pues llover sobre mojado.

 

Carlos Adrianzén
02 de septiembre del 2019

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