Jorge Varela
Una nueva forma de hegemonía marxista
Las democracias radicales en América Latina

El marxismo latinoamericano continúa trabajando y trabajando, como siempre, en todas las esferas: ideológica, estratégica, cultural, política, económica, social. Y no está dispuesto a abandonar su lucha histórica por la dominación hegemónica. Con la finalidad de lograr sus objetivos se alimenta de teorías, de mitos, de símbolos, de experiencias, y utiliza todo tipo de instrumentos. En el pasado los viejos marxistas exaltaban a la ‘democracia popular’ –cuyo rasgo básico estaba constituido, según ellos, por la misión dominante del partido comunista y de sus jerarcas en la representación ficticia de los intereses del pueblo–, para oponerla a la que calificaban de ‘democracia burguesa’. Hoy sus dirigentes han hecho suyo el proyecto de una nueva fórmula estratégica: la pretendida ’democracia radical’, noción que también han copiado otros sectores políticos y sociales neomarxistas, duchos en adaptarse a las circunstancias y avatares coyunturales.
La idea original de democracia radical de Jürgen Habermas
La idea original, impulsada en sus inicios por Jürgen Habermas –expuesta como una fórmula de ´democracia participativa´ en la que los ciudadanos puedan ejercer su autonomía en solidaridad–, es propia del pensamiento de izquierda socialdemócrata (izquierda no comunista). Plantea avanzar hacia el modelo procedimental socialista, en la perspectiva de aplicarlo a la realidad de sociedades abiertas y complejas. Una característica de esta democracia radical es su posibilidad de convertirse en un espacio privilegiado de verdadero pluralismo, y en la articuladora racional de legítimas aspiraciones ciudadanas libertarias.
Democracia radical sería pues, aquella que devuelva al pueblo su capacidad de participar plenamente en la decisión de los asuntos relativos al bien común, ideal que lograría que el pueblo no estuviera sometido a otros amos (Luis Villoro, El Poder y el Valor: fundamentos de una ética política). “Supondría una inversión de las relaciones de poder existentes… una democracia radical ejercería el poder desde la base de la sociedad hacia la cima e implicaría la abolición de toda dominación desde arriba”. (El término “democracia radical” ha sido utilizado, entre otros, por C. Douglas Lummis y Gustavo Esteva)
Sociedad civil y democracia plural
El pueblo real es heterogéneo, y está conformado por una diversidad de comunidades, organizaciones sociales, asociaciones, gremios, regiones, estamentos, etnias, confesiones religiosas; a veces opuestas, a veces convergentes. Este cuerpo social o gran comunidad, que se organiza y funciona con independencia del Estado, es lo que se conoce como sociedad civil, (concepto que también utilizara Gramsci).
El citado C. Douglas Lummis ha dicho con fundamento, que “a diferencia de una sociedad de masas, la sociedad civil no es un rebaño”. En concordancia con ello, la propuesta de una genuina democracia radical y plural ha sido concebida sobre la base de la participación activa y de calidad de la sociedad civil –entendida como el conjunto de asociaciones, comunidades y grupos de todo tipo–, en cada ámbito de decisión. Esta participación no puede circunscribirse únicamente al espacio político, ella debiera hacerse extensiva a dinámicas económicas, sociales y culturales.
La visión radicalizada de Laclau y Mouffe y la posición de Zizek
Sin embargo para los pensadores marxistas Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, (autores de Hegemonía y estrategia socialista: hacia una radicalización de la democracia) el ideal primitivo de “democracia radical” tiene un sentido muy distinto al de Habermas. Parta ellos implica el papel “nodal” determinante de una lucha particular (ecológica, feminista, por los derechos humanos, por la paz u otra) que traza el horizonte de todas las demás luchas, las que se entienden como una aplicación radicalizada integral dirigida a capturar y copar nuevos espacios. Esta ruta articuladora de las luchas indicadas se vincula de manera directa a la noción oscura de ´hegemonía democrática´, al ser presentada como dominio omnímodo de lo social, y supone una ciudadanía devaluada sin rol determinante.
Lo interesante es que Slavoj Zizek, quien los ha leído y citado, plantea una cuestión crucial: “¿en qué difiere este papel determinante y totalizador de una lucha particular de la ‘hegemonía’ concebida tradicionalmente?”. Según Zizek en la hegemonía marxista “la lucha obrera se presenta como ‘la verdad’ de todas las demás, de manera que todas las demás luchas (particulares) son en último término únicamente formas de expresión de aquella” (Es decir, se trata de formas actualizadas de la ya conocida y arcaica ‘lucha de clases’).
En el enfoque reseñado este último proyecto de democracia radical y plural significa para los comunistas proseguir su añosa lucha histórica por la hegemonía total. El mismo Zizek ha escrito al respecto: “Los marxistas se valen de toda su habilidad y destreza de argumentación para convencer a los que participan en estas luchas particulares de que la única solución real a sus problemas se encuentra en la revolución mundial”. (Slavoj Zizek, El Sublime Objeto de la Ideología).
Las interrogantes ineludibles entonces son: ¿están los marxistas latinoamericanos dispuestos q abandonar sus objetivos de dominación y hegemonía permanente?, ¿están preparados los comunistas para permitir que la democracia sea un espacio privilegiado de pluralismo racional; para que la sociedad civil, los ciudadanos y las organizaciones ejerzan su autonomía en solidaridad; y para que el pueblo no obedezca más a otro amo, aunque éste sea el propio partido en el que militan y al que obedecen obsecuentemente? En una democracia abierta ningún agente social debiera reclamar algún tipo de supremacía ni someterse al arbitrio de otro.
En síntesis, la democracia radical –en la versión de Laclau y Mouffe y no la originaria de Habermas–, es hoy la proyección turbia de un constructo político espurio que orienta y conduce, de modo perverso, la vieja praxis de los comunistas adictos a la lucha odiosa de clases, al rol hegemónico y burocrático del partido único y a la hipertrofia de un Estado totalitario, absorbente y represivo.
COMENTARIOS