Dante Bobadilla

Una democracia fallida

Candidatos a congresistas hablando mal de la función a la que aspiran

Una democracia fallida
Dante Bobadilla
22 de enero del 2020


Desalentador es el panorama político. Las propuestas de los candidatos que al menos logran articular una frase inteligible son alucinantes y patéticas. Es el típico populismo puro y chabacano que florece en medio de la ignorancia sobre lo que es la democracia y el Estado. Muchos no tienen idea de Constitución ni de Congreso, y hasta ignoran lo que es democracia. 

Incluso entre los candidatos de trayectoria escuchamos la acostumbrada demagogia de condena a la “clase política tradicional”. Anuncian orgullosos y decididos que eliminarán la inmunidad parlamentaria y profundizarán las reformas políticas que han venido destruyendo la democracia y los partidos políticos. Es muy curioso ver cómo a la gente le encanta la autodestrucción de la democracia. Parecen estar organizando una pira donde quemarán los símbolos de la odiada democracia y de la política nacional. No hay razonamiento. Casi todas las propuestas surgen de la emoción pura y primitiva: hay que golpear a los políticos y destruir a las instituciones democráticas, especialmente al Congreso. 

De alguna manera se ha fijado en el inconsciente colectivo la imagen de que el Congreso es el símbolo de la corrupción y donde están los políticos odiados. Hay una animadversión total contra el Congreso, y no viene de la reciente campaña furiosa contra el “Congreso fujiaprista”. Esa fue la peor campaña jamás vista, pero no la primera. Para no ir muy lejos, la Constitución de 1993 redujo el Congreso a una caricatura unicameral; y la puso a merced de cualquier tirano, al ampliar las facultades de la cuestión de confianza y reducir las negaciones de la misma de tres a dos para disolverlo, dejando prácticamente nada durante su disolución, como estamos viendo ahora. 

La experiencia traumática que Vizcarra nos está obligando a vivir, aplastando con su zapato al Congreso, es producto no solo de la criollada de un tirano al servicio de ciertos intereses políticos nada santos, sino también de las ventajas que le ofrece una Constitución que, en su esencia, desprecia al Congreso reduciéndolo a su mínima expresión. A eso hay que añadir el morboso odio que la chusma siente contra al Congreso, por lo que apoya cualquier cosa que vaya en contra de esta institución. Y a todo eso aún debemos agregar la prensa prostituida por el Gobierno, para vivir enfocada en la crítica del Congreso y de los congresistas de oposición.

Por todo este escenario pervertido no resulta extraño oír a tantos candidatos a congresistas hablando mal de la función y de la institución a la que aspiran. Lo hacen convencidos de que ganarán simpatías populares si prometen liquidar la inmunidad parlamentaria, reducir el sueldo de los congresistas o quitarles algunos beneficios; pero en esencia, golpearlos. Eso ya resulta muy natural en un país en donde hemos llegado a ver congresistas pidiendo a gritos la disolución del Congreso. Es decir, vivimos pues en un manicomio en donde los locos quieren jugar a la democracia sin saber en qué consiste y creen que se trata de destruirla.

Todavía escuchamos candidatos criticando el accionar “confrontacional” del Congreso disuelto. Algo que ni siquiera es exacto, porque quien vivía pechando al Congreso era Vizcarra, en busca de una excusa para cerrarlo. Pero aunque fuera cierto, no tiene nada de malo que el Congreso sea vigilante y se confronte con el Gobierno llamando ministros y, eventualmente, censurándolos. Esa es su función. Ni siquiera aprenden de lo que ocurre hoy en EE.UU., donde el Congreso no solo se confronta con el Gobierno sino que está por vacar el presidente, y nadie pone el grito en el cielo contra el Congreso. Esa es la diferencia entre una sociedad que vive en una democracia real y tiene un Congreso de verdad, y un país bananero donde la democracia es una farsa de papel, donde la gente goza cuando pisotean al Congreso y aplaude al tirano.

Me sorprende la cantidad de tontos de capirote que proponen liquidar la inmunidad parlamentaria, en un país donde existen mafias poderosas que saben comprar policías, jueces y fiscales. ¿A alguien se le ocurrirá investigar una mafia sin inmunidad, sabiendo que lo pueden acusar de lo que sea y meterlo preso sin juicio, como ya es tan común en estos días? No tengo dudas de que la promoción de esta absurda propuesta sale de la mafia más poderosa que controla los hilos de este país, precisamente para debilitar aún más al Congreso. Por lo pronto, casi todas las propuestas van en el sentido de destruir la ya débil democracia. Una lástima.

Dante Bobadilla
22 de enero del 2020

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