Neptalí Carpio

Una brecha estructural en la educación

Una brecha estructural en la educación
Neptalí Carpio
25 de agosto del 2017

Crisis de ideas de los políticos sobre la educación

La actual huelga del magisterio ha develado grandes flaquezas, tanto en el Gobierno como en Fuerza Popular. El Gobierno se aferra a los logros conseguidos durante los últimos tres Gobiernos, pero no ha tenido la pericia política para manejar un conflicto que se pudo resolver oportunamente en el Cusco y evitar que se extienda a todo el país. Si algo de bueno tiene esta huelga es que ha puesto nuevamente sobre el tapete el debate sobre la educación, mostrando no solo la debilidad del Gobierno, sino también la de todas las fuerzas políticas en el sector educativo.

La huelga magisterial refleja una brecha estructural en el sistema educativo por la ausencia de un segmento de docentes que sustente un régimen meritocrático, de alto o mediano desempeño, como soporte de una corriente en favor de la calidad de la enseñanza en los niveles inicial, primaria y secundaria. Es en ese gran vacío donde ha venido surgiendo durante los últimos veinte años una variedad de tendencias extremistas que ahora se han expresado peligrosamente en la huelga magisterial. Si hace pocos años se criticaba a Patria Roja, en la dirección del SUTEP, de evitar la implementación de la Ley Magisterial, ahora las tendencias que le han quitado el liderazgo expresan una corriente de mayor mediocridad disfrazada de radicalismo.

Patria Roja, en el SUTEP, no ha sido derrotado por un cambio de ideas y propuestas, ni por su conocida práctica sindical sectaria y antidemocrática, sino porque sus líderes han envejecido, sin recambio generacional. O porque en el fondo han sido asimilados por la estructura burocrática del sector, además del aburguesamiento que significa conducir la Derrama Magisterial por cerca de 50 años. En ellos la radicalidad ha quedado reducida solo a sus siglas.

Contrariamente a lo que muchos pueden suponer, la situación refleja no solo una crisis de maestros, sino —sobre todo— una crisis de ideas de los políticos para la educación. Prueba de ello es que quienes quieren implementar la Ley del Magisterio y el sistema de evaluación docente, desde el Minedu son profesionales o bachilleres con nula o escasa trayectoria en la docencia. No cabe duda de que existen buenos maestros, pero gran parte de ellos están marginados por el propio ministerio o han migrado al sector privado. Conozco excelentes maestros en diversas regiones del país, pero no se entiende por qué no son convocados para aportar en este proceso.

Por ejemplo, el especialista Clever Reyna Huamán ha señalado, en un artículo titulado “Si la Ley se cumpliera”, cómo el Minedu incumple los artículos 56 y 57 de la Ley General de Educación N° 28044, y los artículos 25 y 28 de la Ley de Reforma Magisterial N° 29944, lo que deliberadamente impide la participación de los docentes en el diseño de la evaluación del desempeño docente o en los Comités de Evaluación de Desempeño. La reforma aparece como una imposición y con una falta de estrategia para articular y ganar a los docentes a reforma. En muchos casos, se utilizan formatos forzadamente estandarizados, con modelos extranjeros no adaptados a nuestra realidad y sin tener una estrategia de interculturalidad.

Por otro lado, con todos sus defectos y limitaciones, tenemos una tecnocracia para dirigir la economía y otros sectores productivos, pero no una tecnocracia social articulada a los partidos políticos para sostener una reforma educativa, con raíces profundas en el magisterio. Bastaría solo observar la precariedad con la que se desenvuelven las facultades o institutos que forman futuros maestros para darnos cuenta de esta crisis de ideas en los políticos.  

Mención especial merece el caso de Fuerza Popular, como primera fuerza de oposición. Su comportamiento refleja lo que ya había mostrado su Plan de Gobierno presentado para las elecciones del 2016, en el que se dedicaba menos de media página a la problemática del magisterio, un punto central de cualquier propuesta seria de plan de Gobierno (Ver página 19 del Plan Perú). No debe llamarnos la atención, entonces, que cuando se escucha a un vocero del fujimorismo responder sobre las alternativas para resolver los problemas del magisterio, muestren una gran orfandad de ideas, y que su comportamiento frente a la huelga magisterial sea bastante errático.

El propio partido Peruanos por el Kambio, cuando en julio de 2016 reafirmó al entonces ministro Saavedra en el Minedu lo hizo en gran medida porque no tenía cuadros calificados para conducir el sector. Esa debilidad se ha mostrado ahora en la huelga, sin tener capacidad de respuesta ni un discurso articulado, a nivel nacional, para neutralizar el embate de quienes han capitalizado con éxito las demandas del magisterio.

El gran problema del magisterio no es tanto que siga creciendo una tendencia extremista en todas las regiones (¿acaso no lo sabíamos hace varias décadas?), sino que los partidos democráticos, que se llenan la boca pregonando la necesidad de un régimen meritocrático, tienen nulo arraigo social en el magisterio y en las propias facultades de educación de las universidades.

 

Neptalí Carpio

 
Neptalí Carpio
25 de agosto del 2017

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