Fernando Vigil
Un voto por la libertad
La izquierda y sus amenazas a las libertades y derechos
Desde que apareció en la tierra el hombre, dotado de naturaleza racional para distinguir lo bueno de lo malo, ha estado atrapado en medio de una lucha perenne entre dos filosofías antagónicas que se desprenden de su esencia de ser humano: la filosofía del poder y la filosofía de la libertad.
Nuestra naturaleza humana nos orienta hacia la búsqueda de la felicidad, lo que significa satisfacer nuestras necesidades, algo que solo es posible en una sociedad libre en la que se respeta la vida, la libertad y la propiedad. Es allí dónde radica la prosperidad de la sociedad, que no es más que la prosperidad particular de sus miembros colaborando entre sí.
Esta es la razón que, a lo largo del tiempo, nos ha llevado a los hombres a luchar incansablemente contra los enemigos que han tratado de arrebatarnos nuestra libertad. Esos enemigos pueden estar movidos por bien intencionadas razones o por afanes perversos; incluso pueden actuar bajo el emblema de la “justicia social”, cuya búsqueda es utópica y por ende fallida. Es una “razón” que llevan en su ADN los cromosomas de la filosofía del poder, y que ha estado representada en los siglos pasados por las monarquías absolutistas, por la intransigencia de la iglesia y, más recientemente, por el poder del Estado a través de dictadores, caudillos y tiranos enquistarse en la administración pública por la fuerza (golpes de estado) o por la vía democrática.
Este 10 de abril, millones de peruanos acudiremos a las urnas para elegir a quien tomará las riendas de este país rumbo al bicentenario de la independencia. Y los candidatos entre los que tenemos que elegir nos vuelven a colocar frente a ambas filosofías. La primera está representada por la derecha mercantilista, que solo vela por sus propios intereses, y por la izquierda que, en medio de su arrogancia, cree que puede planificar la vida de la gente planificando la economía. En ambos casos se trata de estatismo del más alto nivel, que busca incrementar el poder del Estado a niveles elefantiásicos, lo que en el largo plazo materializa el atraso, la miseria, la corrupción y la violación de derechos y libertades.
La segunda filosofía representada por quienes defienden la libertad para que todos podamos alcanzar nuestro proyecto de vida. Para ello proponen la consolidación de un Estado pequeño, menos regulador, respetuoso de la propiedad, de los derechos y de las diferencias, y defensor de la igualdad ante la ley. Creer en la libertad y defenderla en las elecciones significa no creer en un Estado benefactor, sino en un Estado facilitador.
Son el sentido común y la moral los que nos deben orientar a votar por la libertad. Y ese voto no lo merece la izquierda, que es una amenaza real para el progreso del Perú. Un voto por la izquierda significaría destruir todo lo que con tanto esfuerzo millones de peruanos hemos construido en los últimos 25 años gracias a un modelo, que si bien es cierto no es perfecto, nos ha permitido mejorar nuestra calidad de vida. Es una realidad palpable: según datos del BCRP, tan solo en los últimos diez años la pobreza se redujo del 59% al 23% (nueve millones de personas ya no son pobres), y la pobreza extrema del 16% al 4%.
Lo que la izquierda plantea en cada una de sus propuestas para erradicar el modelo que consideran que ha fallado, no solo es económicamente inviable, sino que representa una violación a las libertades de todos los peruanos. Para lograr sus sueños trasnochados la izquierda tendría que cambiar la Constitución de 1993 (constitucionalmente solo se puede enmendar, pero no tendrían mayoría en el Congreso para hacerlo), lo que lógicamente nos hace presumir que es necesario un golpe a los poderes del Estado.
Cuando la libertad está en juego, nuestra prosperidad también lo está. Un voto consciente es un voto por la libertad y contra la izquierda.
Fernando Vigil
@fernandovigilr
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