Hugo Neira

Un pattern de terror

El mal contra el mal

Un pattern de terror
Hugo Neira
05 de mayo del 2019

 

Dice un añejo aforismo, o refrán, que «el azar hace bien las cosas». No hay que dudar de la sapiencia que viene del pueblo, pese a que sea anónima. En sociología a veces pensamos que existe una «inteligencia colectiva». Pero también pensamos que a veces las sociedades pueden albergar «culturas fracasadas». Esta idea es del filósofo español José Antonio Marina. Es un pensador que recomiendo se conozca. Su lectura es imprescindible, sus obras las edita Anagrama. A lo que voy, ocurre que por casualidad, fuimos al teatro a ver la obra escénica de Alejandro Guzmán Muerte en el Pentagonito, en la Alianza Francesa de Lima, que se inspira en el libro de testimonios de Ricardo Uceda, publicado por Planeta. La obra, tanto la investigación de Uceda como la versión teatral, aborda el año 1983, en que bajo el gobierno de Fernando Belaunde Terry, se decide «involucrar a los militares en la lucha antisubversiva». El personaje principal es Sosa, «parte del destacamento que se instala en Ayacucho para combatir a Sendero Luminoso», según Folk, la pequeña y útil guía que trae diversas reseñas de teatro y actividades musicales, mes tras mes.

En la contraportada del libro de Uceda, recién reeditado, se coloca frases de elogio. Mario Vargas Llosa: «Este personaje, el suboficial de inteligencia Julio Sosa, principal informante de Uceda, una verdadera máquina de matar, parece extraído del cine negro o la literatura sádica». Por su parte, Alfredo Barnechea: «Verdaderamente, es uno de los libros más importantes que yo he leído sobre el Perú reciente. Creo que es un libro que va a quedar como un testimonio fundamental». Hay reconocimientos venidos de Guillermo Niño de Guzmán, de Magdalena Chocano y de Antonio Cisneros. Este último, en la primera edición.

Sin embargo, no dedico estas líneas a los horrores cometidos en esos años, tanto por Sendero Luminoso como por los sinchis en esa guerra civil, sino a los escuadrones de la muerte, llamados a realizar actos criminales. Usar o no usar de esos grupos externos a las Fuerzas Armadas es un dilema que algunos estadistas enfrentaron. Pensé en otra cosa.

Se me ocurrió esta nota periodística. El tema central me parece que fue la disyuntiva, la dificultad, la contradicción misma de usar la violencia que el enemigo del Perú usaba. Obviamente ese problema se presenta no en guerras entre Estados sino en guerras civiles, cuando el conflicto escapa a los límites marciales mismos, y se usan todo tipo de posibilidades, incluyendo las peores. Por supuesto, resulta fácil criticar las violaciones de los derechos humanos después de la guerra interna. No pensé, sin embargo, en esa dualidad terrible, ni en quienes tuvieron que tomar decisiones acaso a despecho de su moral. El mal para evitar un mal mayor. Ese dilema ha ocurrido en otros países, en otras historias. En la guerra civil española, en el Medio Oriente de nuestros días, en el eterno conflicto de Israel y sus adversarios musulmanes. Lo que vino a mi cabeza fue un pattern, es decir, un patrón de conducta, un «modelo de comportamiento que se reproduce», según el diccionario inglés de Cambridge.

Ahora bien, combatir el mal con el mal mismo, resulta algo que habita en la vida peruana como presencia latente, que nos acompaña. Cuando Leguía se convierte en un autócrata, quienes lo derrotaron lo hacen rebelándose contra ese poder personal, pero lo encarnan y lo repiten después de Leguía. Es el caso de Sánchez Cerro, vencedor del leguiísmo, para sustituirlo inmediatamente por una conducta no menos autócrata sino todavía peor, rodeado de una milicia de camisa negra y brazo derecho en alto. El pattern peruano de «yo lucho contra tal cosa, para luego repetirla», lo reproduce el político Abimael Guzmán, que desdeña las marchas campesinas de los sesenta, esas invasiones de tierras que, por mi parte, describí en Cuzco: tierra y muerte, en 1964, y que fueron marchas de una violencia digna de Gandhi: tomaban la tierra, la recuperaban sin matar a nadie. Pero a Guzmán no le interesó ni eso ni la reforma agraria. Y menos las guerrillas de Béjar. Él hizo lo suyo. Cuando ocurría la reforma agraria se fue a estudiar cómo hacer una revolución, a China misma. Y regresa, y se repite el pattern. ¿El aplastamiento de campesinos indígenas para liberar a los indígenas?

No es extraño que Alejandro Toledo, cuyo destino le puso en la mano un rol formidable —el adversario de Alberto Fujimori, el hombre que encarnaba la lucha contra la corrupción del fujimorismo—, termina con frases que son el asombro de sus coetáneos, y que la historia no olvidará: «Dame veinte —o treinta— millones (de dólares)». Genial. Toledo contra Toledo.

Y en estos días, ¿medidas como la prisión “preliminar” y luego la “preventiva”? ¿Esas que privan de libertad a ciudadanos, sin la menor acusación legal? Por cierto, en Europa y en el mundo anglosajón, al evitar la presunción de inocencia se ha estremecido la opinión, y nos han calificado de regímenes descarrilados de lo que se llama Estado de Derecho. Y me parece el máximo de confusión, algo digno de tiranías turcas o musulmanes, tratar de calificar a los partidos políticos de «organizaciones criminales». Eso solo ha ocurrido en la España de Franco o en la Alemania nazi de los años treinta.

Pero reconozcamos algunos gestos que indican el retorno a la ley. Enrique Cornejo no tendrá la preventiva.

¿El pattern de la injusticia para lograr la justicia, nos habita? El tiempo lo dirá. Por el momento los psicosociales de Vladimiro Montesinos gozan de inesperados herederos.

 

Hugo Neira
05 de mayo del 2019

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