Carlos Arnillas Denegri

Un paso al costado por el Perú

PPK debería dejarle la Presidencia a Martín Vizcarra

Un paso al costado por el Perú
Carlos Arnillas Denegri
18 de enero del 2018

 

Incredulidad y desconfianza es lo que hoy provoca la imagen presidencial a casi el 80% de peruanos, a la oposición y a importantes sectores del propio Gobierno, por no actuar con honestidad y transparencia frente a sus vínculos económicos con la desacreditada empresa brasilera Odebrecht. Esa falta de credibilidad, que es grave, ha dificultado que la primera ministra, Mercedes Aráoz, conforme un buen gabinete, obligándola a desistir de solicitar la delegación de facultades legislativas para este nuevo gabinete ministerial.

La delicada situación en la que se encuentra la figura del presidente, Pedro Pablo Kuczynski, se refleja en su 20% de credibilidad, que podría caer en los próximos meses a cifras de un solo dígito. Una situación que pondría en serios aprietos la gobernabilidad del Perú, que no merece vivir otros cuatro años paralizado por la inacción de un Gobierno débil y desprestigiado; y lo que es peor, con el riesgo de caer en el caos político.

Si bien es cierto que PPK logró salvarse de una segura vacancia presidencial por el oportuno auxilio de Kenji Fujimori y nueve miembros de Fuerza Popular —hoy todos ellos en salmuera— también sumó el incomprensible retiro del hemiciclo de los diez miembros de Nuevo Perú, encabezados por Marisa Glave e Indira Huilca, quienes hoy se rasgan las vestiduras por el indulto a favor de Alberto Fujimori, considerando esta acción como “una afrenta a su línea política”.

Dentro del pasado gabinete varios ministros le recomendaron al presidente renunciar y evitar con ello un desgaste inútil, que nos recuerda la novela de García Márquez Crónica de una muerte anunciada”. El jefe de Estado debió hacer caso a Ricardo Luna, Carlos Basombrío y Fernando D’Alessio, quienes le aconsejaron que renunciara y dejara la responsabilidad de conducir los destinos del país a su primer vicepresidente, Martín Vizcarra, hoy desterrado en Canadá, desde donde observa —sin capacidad de hacer algo— cómo se va desmoronando el débil régimen de PPK.

El pueblo y los partidos políticos ya no creen en la reconciliación ni en el diálogo planteados por el Gobierno, debido a que PPK no es sincero ni lo fue cuando concedió en forma sorpresiva e inoportuna el indulto al expresidente Alberto Fujimori. La simpatía del pueblo en favor de esa medida también descendió de un 60% a menos del 50%, debido a que percibe que se trató de una maniobra política que, además, le ha ganado la enemistad de partidos políticos como el Apra, la izquierda en general y una parte significativa de su bancada, así como la de otros movimientos políticos que le eran afines.

Su alicaído gabinete al que denominó “de la reconciliación”, inicia su gestión en un clima de orfandad, sin otra tregua que la que le concedieron las fiestas de fin de año. De aquí para adelante tendrá que vérselas con una realidad compleja y amenazante. Complicado panorama que es consecuencia del desgaste político sufrido durante un año y medio de tambaleante gobierno. Mientras tanto, sigue pendiente la tarea de la reconstrucción en las zonas afectadas por el fenómeno de El Niño costero, la infraestructura para los Juegos Panamericanos, la continuidad en la construcción de la nueva refinería de Talara, los trabajos de la Línea 2 del Metro de Lima y las elecciones de octubre próximo.

Los daños causados por el último sismo de Arequipa se suman a una larga lista de necesidades que demandan un accionar eficiente del Gobierno, lo que aunado a las numerosas ofertas electorales, como el tren de cercanías o los servicios de agua y desagüe en las principales ciudades del país, se la ponen difícil al nuevo gabinete ministerial. El panorama es sombrío y no cabe la menor duda de que la clase política y el país ya no están dispuestos a dejar pasar ningún error del presidente ni de la premier.

Para que realmente haya reconciliación y que el sistema democrático funcione es necesario hacer uso de las herramientas que prevé la propia Constitución del Estado. Es recomendable que el presidente evalúe seriamente dar un paso al costado, generando espacio a la figura del primer vicepresidente, Martín Vizcarra, quien cuenta con las capacidades necesarias para liderar un proceso de reconciliación, lógicamente con el consiguiente compromiso de las diferentes tiendas políticas. De esta forma se abriría la posibilidad de una continuidad democrática sin traumas, con miras al bicentenario de nuestra independencia. El Perú de hoy merece ese sacrificio presidencial.

 

Carlos Arnillas Denegri
18 de enero del 2018

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