Arturo Valverde

Un niño sin padre

Un relato navideño

Un niño sin padre
Arturo Valverde
16 de diciembre del 2021


Ninguno de nosotros podría evitar conmoverse con la tristeza de un niño sin padre. Más aún cuando esta condición es motivo de burla para sus crueles compañeros de escuela que le repiten en coro: “¡No tiene padre! ¡No tiene padre!”, como le sucede al pequeño Simón, a quien la figura paterna le es desconocida. 

Y para defenderse, en una ocasión Simón, el niño sin padre, le replica a uno de sus agresores:

–Tú tampoco tienes papá –dijo.
–Sí tengo –replicó.
–¿Dónde está? –respondió Simón.
–Se murió –declaró el niño con altivez-; está en el cementerio.
Se oyó un murmullo de aprobación entre los arrapiezos, como si el hecho de tener a su padre en el cementerio hubiera enaltecido a su camarada y acabado de aplastar a Simón que cuyo padre no parecía por ningún lado”.

Una tarde, de tanto sufrir las burlas de sus compañeros de colegio, Simón tomó la decisión de suicidarse arrojándose a un río; antes vio que un tipo acabó con su sufrimiento de la misma manera, y como alguien comentara “ahora es feliz”, Simón se dice: “Voy a ahogarme porque no tengo padre”. Pobre Simón, no puedo imaginarme el dolor y la pena que lo abrazaban en ese momento para pretender acabar con sus días de una manera trágica; ningún niño debería sufrir lo mismo que Simón. 

Sin embargo, por esas casualidades que solo pueden explicarse por la voluntad de Dios, un herrero que pasaba por el lugar lo detuvo de su fatal determinación. Felipe, el herrero, lleva a casa al niño, y allí se encuentra con su madre, Blanchotte. Simón, que parece ver en su salvador la figura de un padre, le dice: 

–¿Quiere usted ser mi papá?

Reinó grave silencio. La Blanchotte, muda y avergonzada, se apoyaba de espaldas a la pared apretándose el corazón ambas manos. El niño, viendo que no le contestaban, añadió:

–Si no quiere usted volveré al río y me ahogaré.

El obrero acepta ser su padre, y con este pensamiento Simón vuelve al otro día a la escuela, y tan pronto como sus abusadores le recriminan por no tener padre, este les replica: “Mi papá se llama Felipe”. Pero no les basta a los crueles, que le exigen conocer el apellido de ese tal Felipe. Simón, no lo sabe. Una vez más, es víctima de sus burlas: “Si fuera tu padre sería el marido de tu mamá”, le dicen.

Simón le cuenta todo esto a Felipe, el herrero, su salvador, y este decide visitar a la madre del niño sin padre para proponerle ser su esposo; “el ruido de un beso y algunas palabras que su madre murmura en voz baja”, le sugieren a Simón de que la mujer aceptó a Felipe por marido. 

–Di a tus camaradas que tu papá es Felipe Remy, el herrero, y que tirará de las orejas a los que te molesten.

Al día siguiente, cuando ya estaba llena la escuela e iba a principiar la clase, Simón se levantó, pálido y tembloroso.

–Mi papá –dijo con voz clara– es Felipe Remy, el herrero, y tirará de las orejas a los que me molesten.Aquella vez nadie rió, pues todos conocían a Felipe Remy, el herrero, que era papá del que todos se hubieran enorgullecido”.

Me conmueve saber que el pequeño Simón al fin encontró un padre. Y quisiera imaginarme, que en estas fiestas navideñas, gozará en su hogar del cariño y la ternura de Felipe y Blanchatte, todos ellos, personajes del cuento “El papá de Simón” de Guy de Maupassant.

Arturo Valverde
16 de diciembre del 2021

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