Darío Enríquez

Un mensaje solo bueno para los ingenuos

Martín Vizcarra sigue jugando a lanzar humo, globos y señuelos

Un mensaje solo bueno para los ingenuos
Darío Enríquez
01 de agosto del 2018

 

El presidente Martín Vizcarra no da la talla. Se esperaba un mensaje con propuestas concretas, en busca de salidas a la crisis que enfrentamos los peruanos, pero él ha preferido atizar el fogón de la discordia nacional para que nos enfrentemos unos a otros. Mientras que la crisis y su prolongación permiten que la megacorrupción de Lava Jato siga impune.

Es como la historia de aquel medroso (anti) líder que se mostraba demasiado confundido frente a importantes decisiones; y al final, después de idas y venidas, de dar vueltas y revueltas al asunto, siempre optaba por la peor alternativa. “Vizcarra está tratando de ganar tiempo”, me dice un amigo. Retruco: “¿Tiempo, para qué?”

Ha pasado mucho tiempo desde que —con la información revelada en Suiza, Brasil y EE.UU.— se activaron las investigaciones sobre el escándalo Lava Jato. Hasta el momento solo un personaje político ha sido castigado por ello, aunque sin sanción judicial: Pedro Pablo Kuczynski. PPK tuvo que renunciar a la presidencia para evitar una vergonzosa destitución, luego de comprobarse su grave implicación en la megacorrupción de la mafia brasileña, con el agravante de que quiso salvar la vacancia comprando votos en el Congreso. Todos los otros grandes implicados, luego de los fuegos artificiales lanzados para distraer a la “tribuna”, están disfrutando de una libertad que les permite seguir urdiendo sus redes de favores, corruptelas y degradación.

Siendo este, de lejos, el tema más grave que tiene que enfrentar nuestro Perú para —una vez efectuada la limpieza moral— reiniciar la ruta hacia el crecimiento y el desarrollo, el presidente Martín Vizcarra ha preferido no dedicar ni un solo segundo de su discurso al caso Lava Jato. Un silencio más que elocuente. Como elocuente es que Kuczynski haya intentado fugar del país y que ningún gran medio de comunicación haya informado tal noticia del modo que merecía. A propósito, la esposa de Kuczynski —también implicada— viajó a EE.UU. hace varias semanas —porque no restringieron su salida del país—, diciendo que regresaba pronto. No se sabe nada de ella hasta hoy.

Se nota en el ambiente un claro temor de que “alguien” ya no esté allí para continuar protegiendo a los encausados por megacorrupción, como Alejandro Toledo, Eliane Karp, Ollanta Humala, Nadine Heredia, Susana Villarán, Alejandro Graña Miró-Quesada y el mismo Pedro Pablo Kuczynski, para enumerar a las más notables presuntas contrapartes locales de la gran mafia auriverde. Ni siquiera los más ingenuos pueden ignorar que el saliente fiscal de la Nación, Pablo Sánchez, ha sido al menos negligente, cuando no claramente protector de la megacorrupción.

Los grandes medios de comunicación, que siguen profiriendo gritos de dolor por la pérdida del fácil dinero proveniente de una inútil y corrupta publicidad estatal, parecen hacerle el juego a la megacorrupción, y actúan como si fueran el brazo mediático de Lava Jato en el Perú. Recordemos que el accionista mayoritario del socio local más importante de la megacorrupción, que mantiene relación comercial y sanguínea con el Grupo El Comercio, fue liberado mientras todos seguíamos embobados el Mundial de Fútbol. Ese socio local es la constructora Graña y Montero, que hoy sigue haciendo negocios con el Estado. Es la contratista principal de la dispendiosa refinería de Talara (US$ 6,000 millones lanzados al traste) y también de las obras ligadas a los Juegos Panamericanos del 2019 (US$ 1,500 millones dilapidados).

Esos dos proyectos nunca debieron aprobarse; y una vez aprobados, estuvimos a tiempo de suspenderlos y anularlos. No se hizo. Sin embargo, contaron con una “generosa” campaña mediática a favor por parte del Grupo El Comercio, haciendo uso de todos sus medios: Diario El Comercio, El Trome, Canal N, América Televisión, redes sociales, etc. Para los poderes fácticos, los conflictos de interés solo aplican para los plebeyos. Como no son tontos, matizaron algunas opiniones en contra, y otras poniéndose “de perfil”, manejando tiempos, movimientos y cortinas de humo. Otros de sus operadores mediáticos y de la (falsa) sociedad civil, si bien no se comprometieron apoyando tales despropósitos, con su silencio o sus “primicias” distractoras avalaron tan sórdida perpetración. Viejas estratagemas fujimontesinistas, corregidas, aumentadas e impunes; pero desde “la otra vereda”, desde “el lado decente”. Extraño, muy extraño. ¿Y el presidente Martín Vizcarra? No sabe, no opina.

 

Darío Enríquez
01 de agosto del 2018

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