Eduardo Zapata

Un mendigo sentado en un banco de oro

Prácticas lingüísticas que configuran nuestra mentalidad

Un mendigo sentado en un banco de oro
Eduardo Zapata
11 de marzo del 2020


Como lo subrayara el historiador Giovanni Bonfiglio en un artículo publicado en julio del 2009, a pesar de que Antonio Raimondi –a quien se le atribuyó y atribuye esa expresión– jamás enunció la frase que titula esta nota, la misma se ha incorporado como un paradigma mental en la población. Con lamentables consecuencias, por cierto, como bien lo explica Bonfiglio, siendo la principal aquella de hacer la peligrosa sinonimia entre poseer recursos naturales y riqueza. Se ignora que para que el recurso natural se convierta en riqueza requiere inversión, trabajo y productividad, en una sociedad que tiene claro y garantiza el concepto de propiedad.

No por poseer recursos naturales se es rico. Y tampoco por carecer de ellos necesariamente se es pobre. Allí están numerosos países –entre ellos el Perú–- con diversidad de recursos naturales, pero sin riqueza. Allí están otros, en cambio –como Hong Kong y Singapur– con escasez de recursos naturales pero con riqueza.

Como sabemos, las prácticas lingüísticas no son inocuas. Aparte de ayudar a configurarnos como individuos, nos configuran también como grupo social. Y condicionan en gran medida nuestros comportamientos. Pero así como las prácticas lingüísticas configuran nuestras mentalidades –llegando a configurar los paradigmas aludidos– nuestros usos lingüísticos expresan cómo sentimos y pensamos el mundo. 

Hay en lingüística una metodología destinada a medir la frecuencia de unidades significativas. Esta técnica, aunada a lo dicho anteriormente, nos permite verificar en el tiempo las creencias crecientes o decrecientes de la población. Seguramente recordarán que cuando alguna persona –sobre todo familiar– venía a contarnos que se estaba dedicando a un negocio inusual (pero legal) porque había descubierto un gran nicho de mercado, existía la expresión “y no te da vergüenza”. Si se trataba de vender preservativos en Gamarra ambulatoriamente y ante esa pregunta, la respuesta inevitable –desde un paradigma moral– era: “vergüenza me daría robar”.

Pero hablando de frecuencias lingüísticas, esta expresión tiene tendencia decreciente, por no decir que se va acercando a la frecuencia cero. No se necesita ser muy perspicaz para darse cuenta de que una gran mayoría de peruanos admite inconscientemente que sus actividades –desde las más nobles hasta las plebeyas del día a día– tienen la subyacencia del bien perdido: la moral.

No deja de ser revelador que la expresión ”vergüenza me daría robar” fraseada más bien como amenaza resulte creciente entre personas malaspectadas que se suben a los vehículos de transporte público a solicitar “colaboración”. Las prácticas lingüísticas y su sedimento en paradigmas revelan el ser y hacer de los pueblos.

Eduardo Zapata
11 de marzo del 2020

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