Arturo Valverde

Un marco para la novela de Steinbeck

La creación del contexto en la ficción literaria

Un marco para la novela de Steinbeck
Arturo Valverde
08 de septiembre del 2021


Pocas veces creo que se presta la misma atención al marco del cuadro como a la imagen que encierra, y por ello nos perdemos de ciertos detalles importantes: apreciar la obra en su totalidad. Lo mismo pasa con la literatura. Siempre he tenido la sensación de que esto se cumple en varias novelas de John Steinbeck en las que, antes de sumergirnos en la historia principal, construye una suerte de marco en el cual se develará el escenario o el paisaje donde, a su vez, los personajes tomarán vida. 

En El ómnibus perdido, antes de presentarnos a la familia Chicoy, el autor describe el marco californiano, como se muestra en el primer párrafo de la novela:

A cuarenta y dos millas al sur de San Isidro, en una gran autopista que atraviesa California de norte a sur, existe un cruce de caminos que se denomina, desde hace unos ochenta años, Rebel Corners. Desde aquí, una carretera secundaria parte en dirección oeste y, a las cuarenta y nueve millas, tropieza con otra autopista, que desde San Francisco conduce a Los Ángeles, y por supuesto a Hollywood. Todo el que desee ir desde el valle interior a la costa por esta parte del Estado, ha de tomar la carretera que arranca de Rebel Corners hasta llegar, a través de cerros, campos de labranza, montañas y un pequeño desierto, a la ciudad de San Juan de la Cruz, en la autopista costera.

Encuentro algo parecido en Al este del paraíso, solo que en primera persona. Veamos solo los dos primeros párrafos: 

El valle Salinas se halla en la California septentrional. Es una cañada larga y estrecha que se extiende entre dos cordilleras montañosas. Por su centro serpentea y ondula el río Salinas, hasta desembocar en la Bahía de Monterrey. 

Recuerdo los nombres que yo le daba de niño a las hierbas y a las flores secretas. Recuerdo dónde puede vivir un sapo y a qué hora se despiertan los pájaros en verano –y cómo olían los árboles y las estaciones- y cómo andaban las personas, y qué aspecto tenían, e incluso cómo olían. El recuerdo de los olores es muy rico.

Podríamos compartir otros ejemplos dentro de la maravillosa obra de este autor, que nos permitirían apreciar, además del paisaje central, el marco de la novela. Sin embargo, creo que los casos presentados –El ómnibus perdido y Al este del paraíso–, bastan para enfocar nuestra atención también en esos puntos, que a veces escapan de nuestra atención como lectores. 

Como una nota personal, recuerdo que hace unos años un viejo amigo me obsequió un cuadro con un tejido sucio. A simple vista, nadie daría valor a la tela sucia y el marco desecho. Meses después, un artista se encargó de lavar el colorido tejido, reemplazó el viejo marco por uno de caoba, agregó otro marco de paspartú y al final colocó un vidrio encima de la tela. El cuadro quedó precioso y, cada vez que me acerco a contemplarlo, pienso que eso también se cumple en la estructura de las novelas de Steinbeck.

Arturo Valverde
08 de septiembre del 2021

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