Juan Sheput
Un gabinete que es más de lo mismo
Gobierno sigue careciendo de operadores políticos

No es muy difícil explicarse por qué, a tan pocos días de haber asumido el cargo, el presidente del Consejo de Ministros, Pedro Cateriano, se está desgastando tan rápidamente. Consideremos los siguientes puntos sobre los que vale la pena hacer una reflexión.
Imaginemos por un momento que el presidente Vizcarra es coherente con su prédica de unir a todos los peruanos. Hubiera optado por un gabinete de ancha base, de unidad nacional. Para ello habría convocado a personalidades de comprobada trayectoria política, que apuesten por el diálogo y con la experiencia suficiente para asumir retos muy grandes, como los que la pandemia ha generado para el país. Sucedió lo contrario. Al convocarse a Pedro Cateriano, el mensaje que se transmite es que el Gobierno seguirá en su línea de confrontación, absolutamente innecesaria en una situación como la actual, en la que el país padece una polarización que dificulta cualquier tipo de acuerdos.
Han pasado los días y no ha habido un golpe de timón. Las declaraciones inaugurales del premier han sido una repetición del libreto oficialista de los últimos dos años. No se han aprovechado para marcar distancia del pasado inmediato y plantear una línea de acción distinta. Se ha insistido en fórmulas rituales, como el paseo por las bancadas parlamentarias, absolutamente inútil e innecesario, y que además no ha llamado la atención de la prensa. No hay ideas distintas. No hay manejo político ni un nuevo orden en el grupo ministerial.
Las incoherencias subsisten. El festival de declaraciones demuestra que no hay coordinación al más alto nivel. Se ha pasado del “no regresaremos a la cuarentena” del presidente Vizcarra al “no se puede descartar el regreso” de la ministra Mazzetti. Otros ministros, que no dan la talla ni tienen la experiencia del caso, plantean como “nuevos objetivos” los mismos que sus antecesores. En ese sentido el caso del nuevo ministro de Trabajo es, por decir lo menos, anecdótico.
Y lo más grave. Se insiste en el eufemismo de “sincerar las cifras de los muertos por la pandemia”. No es un asunto de sincerar, sino simplemente de decir la verdad. Hay una diferencia de más de 30,000 muertos entre lo señalado por el Gobierno y lo que dicen las cifras de expertos y organismos internacionales. He allí la causa de la pésima planificación y de los nefastos resultados, que cuestan irreparables vidas humanas. Si se minimiza el número de fallecidos se planifica en menor escala. Si se asume que hay menos contagiados y muertos, se presupuestan menos camas, menos UCI, menos personal, menos infraestructura, menos oxígeno. Se planifica una respuesta sanitaria muy menor, apenas la tercera parte del problema que se enfrenta. No es lo mismo diseñar una respuesta para 12,000 que para 44,000 muertos. Y allí tenemos los resultados: desborde, llanto y angustia a nivel nacional.
Finalmente, el Gobierno sigue careciendo de operadores políticos y de pericia política, ambos elementos necesarios en las actuales circunstancias. Se han duplicado los conflictos sociales. Y las exigencias ciudadanas, en materia de salud, seguridad, educación, empleo y reactivación económica, se han agudizado. Era necesario otro perfil para el gabinete, con gravitas y experiencia. Pero parece que la prioridad del presidente Vizcarra va por el lado electoral. Le preocupa mucho quién le sucederá en el cargo. De allí la elección de este gabinete. Pero de ello nos ocuparemos en otra oportunidad.
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