Manuel Gago

Un día de rabia incontrolada

Guapidos guerreros contra el senderismo

Un día de rabia incontrolada
Manuel Gago
30 de agosto del 2023


Freddy Contreras Oré, docente como pocos, desde el colegio daba señales de escritor y poeta. En 1975 ya sabía de Javier Heraud, ignorado por el resto de su clase.
Cauce abierto. Narrativa de Junín (volumen 2) contiene un texto suyo. Su cuento “Hija de la fortuna”, de prosa fina, bien estudiada y sin descripciones innecesarias, relata sin más trámite lo acontecido en las alturas de la sierra central. 

“Treinta años después los recuerdos son trozos dispersos. En ellos, los ecos del corazón, están guardados con más nitidez que los aciagos recovecos que anduvimos entre la separación, la tragedia, la guerra y el reencuentro”, así comienza a revelar hechos de sangre, denominador común en los años dominados por Sendero Luminoso. Cuenta que no era novedad que pelotones del llamado ejército guerrillero irrumpieran en poblados y colegios, tomándose un tiempo para adoctrinar a profesores y escolares. Sus peroratas daban a entender que estaban enterados de los movimientos de los vecinos. “Advertidos de los mil ojos y mil oídos del partido nos cuidábamos de ser fieles a su causa. Nadie se reconocía ni siquiera como iniciado simpatizante”.

Señala que los compinches que hacían el papel de comisarios del maoísmo anotaban cada movimiento de las amas de casa, campesinos y resto de pobladores. “Se mostraban prepotentes, atentos a cualquier desliz de los vecinos para denunciarlos. Capaces de inventar acusaciones contra sus adversarios”, relata. Y las denuncias terminaban en “ajusticiamientos populares” con su espantosa secuela de dolor, sangre y muerte. El chino Machuca era de ellos. Costeño, por sus rasgos y modo de hablar se ganó la amistad de todo el mundo con el fin de jalarles la lengua sobre cualquier tema. Y así, el partido que imponía cupos a cualquiera, estaba enterado de las minucias. 

El texto de Contreras es equilibrado. Las emociones ordinarias, tan propias de los gentiles, no tienen espacios en el cuento. Los adjetivos no existen, no tienen cabida en una narración limpia, a pesar de la tragedia contada. Los dolores del momento, como bien señala Contreras al inicio, “son trozos dispersos”. Resulta innecesario, entonces, cargar el relato con dolores, fuente de pensamientos acorralados por los deseos de venganza y de miserias humanas que rondan aún en las almas más piadosas. 

“El partido reclamaba lo suyo y había que compartir parte de nuestras reservas”, narra después de indicar que por costumbre, cada fin de mes, después del sueldo cobrado, se compraba arroz, azúcar, sal, fideos, galletas, conservas y otras cosas. Y una parte de esas compras había que entregársela al partido. Pero “tanto va el cántaro por agua que termina rompiéndose”, dice el dicho popular. Hartos de las andanzas de los terrucos los comuneros organizados reaccionaron. El levantamiento comenzó en las comunidades de la altura. Un jueves temprano dos tucos llegaron a Huata y mandaron a llamar al pastor que había criticado su proceder, anunciando que un castigo los arrasaría por impíos y enemigos de Dios. El ajusticiamiento planeado contra el pastor no terminó como estab planeado. Ambos terroristas, “con sendos puntazos en la nuca, sin gritar siquiera, se murieron”. 

Los tirapalos, los que por tradición usaban bastón con borla para pelear, cruzaron la línea. Bebieron cañazo, lanzaron guapidos guerreros y prepararon una trampa contra el mando militar senderista y sus lugartenientes. Fueron tras ellos y en Andamarca los alcanzaron. “Paraditos se quedaron un rato. Sus ojos saltones, sus labios vertiendo hilillos de baba, y cayeron”. Otros garrotazos certeros en sus nucas terminaron con sus vidas criminales. Después, una lluvia de garrotes cayó sobre los cuerpos inertes.

Los tirapalos, acompañados de sus mujeres e hijos, armados con cuchillos, chafles, rejones y piedras, “se hicieron multitud y ninguno de los ocho tucos que asaltaron el colegio pudo resistir el ataque”. Fue el acto final de un día de rabia incontrolada. Simplemente la masa conjurada llevó a cabo su desquite.

Manuel Gago
30 de agosto del 2023

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