Carlos Adrianzén
Tres cosas que deberíamos saber sobre el coronavirus
Las debilidades de la burocracia, la salud y la economía

1. Refleja el fracaso de la burocracia de salud a nivel global. Su explosión a lo largo de todo el planeta no fue un evento casual, ni inevitable. Fue evitable. La cuarentena implica solo el encendido de la señal de pánico. Antes de que tengamos que encerrarnos, muchas cosas fallaron simultáneamente en las alarmas los regímenes burocráticos del planeta y del Perú. Las agencias multilaterales de la salud –incluso las de Seguridad Nacional–; los sistemas de salud nacionales y hasta los medios de comunicación, resultaron incapaces de actuar oportunamente y minimizar el impacto destructivo de un virus altamente contagioso.
Esta sucesión de recurrentes fallas explica los costos humanos y económicos que registramos día tras día. Un proceso con un desarrollo impredecible hasta la eventual aparición y difusión de un tratamiento o vacuna. Pero repitámoslo: no fue un evento fortuito. Tal como lo podemos apreciar, en los países sobre los cuales el impacto del coronavirus viene resultando mucho menos avasallador se aplicaron esquemas de monitoreo intensivo, testeo, marcaje, aislamiento, bloqueo de zonas rojas infectadas. Un protocolo además articulado con inteligentes regulaciones de los negocios. Lo que hoy nos tumba fue un fenómeno previsible y advertido por diversos observadores.
2. La salida y la comprensión de esta crisis requiere interiorizar la lógica de dos curvas. Una epidémica –en forma de campana– que captura el número de contagios diarios. Comienza plana, progresivamente se acelera –porque la gente enferma contagia a otras personas– y en algún momento llega a un punto máximo y cae. Tratándose de un virus inusualmente contagioso, disperso ya por casi todo el planeta, si cada país no aplica exitosamente políticas de contención, la curva epidémica puede subir y bajar drásticamente (superando fácilmente la capacidad de cualquier sistema de salud pública). Resulta fundamental puntualizar que, en el caso peruano, la cuarentena implica una tarea muy compleja. Algunos la llamarían incluso políticamente inverosímil. Y es que, con una masa poblacional que sistemática e históricamente no respeta las leyes (informalidad, la llaman algunos); y que carga la lacra de una institucionalidad descapitalizada –y desplazada por burocracias no solo ineficientes, sino simplemente no prioritarias (entidades, ministerios y empresas públicas suntuarias)– las cosas resultan mucho más duras de lo que lo son en naciones desarrolladas o ricas.
Pero aquí llueve sobre mojado. En el plano económico, cuando el Gobierno aplica la cuarentena –que por su naturaleza proscribe diversas actividades– la recesión emerge. Y esto despierta a otra curva en forma de campana (la recesiva). Igual que en la curva epidémica, a lo largo de ella los problemas aumentan, llegan a un máximo y luego mejoran. Nótese aquí que, si no se controla la tasa de infección rápidamente, la curva económica será breve y aguda. Si –en cambio– se implementa una contención exitosa, la recesión se agudizará. Es necesario aplanar simultáneamente la curva epidémica y la de recesión. A nivel microeconómico lo que está provocando la pandemia es que las empresas cierren o reduzcan sus planillas por los contagios y por la recesión. Es por lo tanto menester monitorear para que no se vayan a la quiebra. Y aquí es necesario no confundirse con inyecciones de liquidez a modo de impulso y con prácticas de mercantilistas. Las principales medidas a considerar en este plano involucran subsidiar a las familias vulnerables, a las empresas viables (para que los trabajos estén disponibles cuando pase el shock), y respaldar a los bancos para asegurarse que no se vayan a la bancarrota.
A diferencia de las naciones ricas, los países pobres cuentan con presupuestos por persona minúsculos en Salud Pública (entre el 3% y 7% de los que se disponen por ejemplo en los Estados Unidos) acompañados de una penosa capacidad administrativa En este contexto, el tratar de hacer gastar por encima de nuestras posibilidades puede resultar una prescripción tóxica: ampliando la escala y la persistencia del ajuste. La idea nuclear detrás de estas dos curvas nos recuerda que, si somos capaces de reasignar gastos hacia la salud pública, subsidiar efectivamente e implementar una cuarentena rápida y efectiva, la economía recibirá un shock negativo, pero volverá más rápido a la normalidad. Y no debemos olvidarlo: si no somos capaces de hacerlo, la pandemia causará más problemas y daño económico.
3. La salida implica algo muy difícil y costoso. Para no ser avasallados por el Coronavirus, o el siguiente virus, es necesario quebrar el statu quo de la salud pública en el país (y también en el planeta). Hace cuatro semanas nos levantamos requiriendo un régimen integrado de salud pública y privada. Un sistema nada pasivo, como el actual. Un nuevo marco; que consolide monitoreos intensivos, testeos, marcajes, aislamientos y oportunos bloqueos de zonas rojas infectadas (locking down hotspots). Todo esto articulado con regulaciones de negocios inteligentes que eviten innecesarias presiones recesivas. Encendida la luz roja, las dos curvas deber ser achatadas prioritaria, oportuna y tajantemente. El hecho de que implementar este régimen implique una tarea enorme… no nos libra de la responsabilidad de hacerlo. Para ponerlo en español simple: esta vez nos jugamos mucho más que la economía.
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