Aldo Llanos
¿Son fascistas los que cerraron el LUM?
La apropiación del pasado para apropiarse del presente

Cada cierto tiempo, en el Perú salen noticias que “alborotan el gallinero” de las redes sociales y las discusiones en los noticieros, como la que cuenta lo ocurrido este martes 28 de marzo: la Municipalidad de Miraflores clausuró temporalmente el Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social (LUM), alegando que este no contaba con un certificado técnico de seguridad, vencido desde el 2016. Señeramente, diversas personalidades, en su mayoría de tendencia política de izquierdas y progresistas, acusaron a los alcaldes de Miraflores y de Lima, ambos de Renovación Popular, de usar sus cargos y realizar esta “maniobra política” para “acabar con la memoria de los peruanos”. Entre los muchos calificativos recibidos por ambos, destaca un clásico: “fachos” (fascistas).
Pero, independientemente de sus convicciones conservadoras, estos y todos los que “celebraron” dicho cierre por redes (en su mayoría gente con tendencia ideológica conservadora), ¿son realmente “fascistas” ? ¿Y qué es lo que causa tanto escozor a los indignados por dicho cierre?
Uno de los pensadores de referencia de la izquierda contemporánea es Antonio Gramsci. Este, en su famoso texto “Cuadernos de la cárcel”, explicaba por qué la izquierda debía apropiarse del relato del pasado para apropiarse de la narrativa del presente. Gramsci partía de una premisa muy cierta: el presente es en gran medida el resultado del pasado y es, a su vez, su superación. Pero esta afirmación bien podría servir de estímulo para su manipulación política. En efecto. Al apropiarse del relato del pasado, la izquierda podía presentarse como el vehículo de su superación en el presente; y esto en clara consonancia con Marx, para quién la historia es lineal y se dirige hacia un continuo progreso.
Pero dicha premisa no es mala en sí misma. Walter Benjamin lo dejó muy en claro en su texto “Sobre el concepto de historia”, en donde señala que las valoraciones y juicios históricos que se suelen hacer en determinados momentos no son inmutables sino, todo lo contrario, siempre estarán abiertos a posteriores revisiones conforme surjan nuevas metodologías, herramientas y perspectivas de análisis en el presente.
¿A dónde quiero llegar con esto? A afirmar que un Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social sí puede ser muy útil y necesario en la construcción de nuestra conciencia social; pero esto dependerá, de la honestidad intelectual de quienes lo dirijan (sean de derechas o de izquierdas), para evitar su mal uso: su uso ideológico.
Para el caso peruano, un ejemplo de su mal uso sería el de permitir muestras y performances poco ponderados, en donde se cargan las tintas contra las malas acciones de nuestras FF.AA., y a la par, se diga poco o nada sobre los crímenes cometidos por los militantes de izquierda relacionados directa o indirectamente con Sendero Luminoso. Esto, quizás debido a que al ser Sendero Luminoso un grupo terrorista de izquierda, constituye un pesado lastre para las aspiraciones políticas de la izquierda en general en el país: nunca ganan las elecciones presidenciales y congresales directa (salvo que tengas al frente a Keiko Fujimori) u holgadamente.
Pero hay más, el mal uso implicaría también asociar en el relato histórico apropiado al monstruo creado por sobredimensión, en este caso las FF.AA. con las derechas, para inclinar la balanza del descrédito. Esta táctica ya la han empleado las izquierdas antes en Europa, siendo el caso más señero la apropiación histórica de eventos como la II Guerra Mundial o la Guerra Civil Española; se empezó a calificar de “fascistas” a todo aquel de derechas (principalmente), y a todo aquel que expresara posturas contrarias a las tesis y políticas de izquierda.
Aquí opera la equiparación del fascismo real, liquidado con el final de la II Guerra Mundial, con el “fascismo demonológico” (término acuñado por el filósofo italiano Augusto del Noce), con el que el relato del pasado apropiado por la izquierda señala y acusa a todos sus contrincantes políticos. En ese sentido, ni Carlos Canales ni Rafael López Aliaga lo son, salvo dentro del marco “equiparador” del relato izquierdista.
En la próxima columna, continuaremos reflexionando sobre esto.
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