Arturo Valverde

Sin venganzas

El Perú necesita la serenidad y unidad de sus autoridades

Sin venganzas
Arturo Valverde
11 de noviembre del 2020


Los recientes hechos ocurridos en nuestra patria me obligan a hacer una pausa a mis quehaceres literarios para compartir con ustedes una breve reflexión, como un peruano más que le preocupa el bien de su nación. Creo que la vacancia del expresidente Martín Vizcarra y la juramentación del nuevo presidente, Manuel Merino, debe ser una oportunidad para recuperar el consenso y entendimiento entre peruanos que tanta falta hizo estos últimos años.

Eso debe significar, además, la renuncia a cualquier acto de venganza de parte de quienes durante estos últimos años resultaron afectados por las acciones de quienes rebajaron el nivel de la política a prácticas propias del canibalismo, con consecuencias nefastas. Sé que no será sencillo, pero en este momento el Perú demanda la serenidad y unidad de quienes asumirán la tarea de tomar las grandes decisiones nacionales. La verdad, finalmente, triunfará. La hora de las tinieblas llegará a su fin. 

La falta de infraestructura hospitalaria y colegios, así como el desempleo son temas urgentes para las familias de nuestro país. Aunque, lamentablemente, el daño a la economía está hecho, no significa que no podamos hallar la manera de retomar la senda del crecimiento. Y precisamente en una anterior columna, en este espacio, hablábamos de la importancia de la política para lograr el crecimiento a partir del entendimiento. 

El Perú no debería repetir este capítulo de su historia. Aunque a veces me parece que en nuestro país brincáramos de un año a otro: 1932, 1962, 2001... Son nuevos rostros interpretando los mismos papeles de siempre. ¡Si leyéramos más historia los identificaríamos rápidamente! 

En una columna publicada con anterioridad, en agosto de este año, postulábamos la tesis de que así como hubo un apogeo y crisis de la República aristocrática, como se titulaba un libro de Flores Galindo, de la misma manera sería posible que estemos asistiendo a la caída de lo que fue el apogeo de la “República caviar” (“Perú, 1895”, publicado el 6 de agosto de 2020 en El Montonero). Parece que acertamos. 

Esa “República caviar” logró que el Perú retroceda en su desarrollo en los últimos diez años y que estuviera a punto de destruirse. Sus integrantes se caracterizan por su intolerancia, irrespeto a los valores democráticos, admiración por modelos totalitarios y una acentuada “doble moral”. 

Sería irresponsable de mi parte generalizar sobre las protestas contra la vacancia presidencial, y decir que solo son grupos de comunistas que creen que pueden generar las condiciones para replicar un modelo chavista y extranjero. Hay descontentos, sí, y es democrático aceptarlos. Como también es democrático respetar la decisión del Congreso de la República que, a mi ver, actuó respetando la Constitución. Algunos críticos dicen que un solo poder del Estado no debería concentrar todos los poderes. Me parece que la crítica llega a destiempo, con 13 meses de tardanza. 

Vuelvo a mi trabajo literario, y me despido, por esta semana, con el deseo de que logremos entendernos más entre nosotros. Porque, como decía Vallejo: “Hay hermanos muchísimo que hacer”. Bueno, pues, antes de hacer, tratemos de hermanarnos. Y que el odio no vuelva a regir los destinos de un país como el nuestro, llamado a ocupar un sitio importante en el mundo.

Arturo Valverde
11 de noviembre del 2020

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