Guillermo De Vivanco

Sin honor no hay nación

Sobre el ominoso caso de las vacunas VIP

Sin honor no hay nación
Guillermo De Vivanco
16 de febrero del 2021


El 13 de enero del 2012, a las nueve de la noche frente a la isla de Giglio (Italia) se produjo el choque y hundimiento del crucero Costa Concordia. Murieron 32 pasajeros de los 4,429 que se encontraban a bordo. El capitán de la nave Francesco Schettino y algunos miembros de su tripulación abandonaron el barco dejando a los pasajeros a la deriva, sin que sepan ellos manipular los botes salvavidas o qué tan cerca de la costa en que se encontraban. La Fiscalía solicitó 27 años de prisión al capitán, que finalmente fue condenado a 16 años por homicidio culposo y abandono del barco. En su defensa, Schettino manifestó que había salvado a un bebé al que llevó nadando a un bote salvavidas; sin embargo, en la orilla estaba con su ropa completamente seca. 

Las vacunas que subrepticiamente usaron Vizcarra y su vergonzoso círculo, fueron a costa de médicos, enfermeros y policías que sí estaban combatiendo la pandemia en primera fila. No solo fue un acto de cobardía, sino que pudo haber ocasionado más de una víctima mortal. Los fiscales tendrán que valorar si este repudiable hecho constituye –además de los delitos de colusión agravada, peculado doloso y falsedad genérica– el delito de homicidio culposo, ya que con esa acción se pudo haber ocasionado contagios y muertes. Pero lo que asquea y resulta nauseabundo es que a este acto de cobardía lo haya pretendido disfrazar de valentía, de heroísmo. 

El Perú es una nación. Este concepto engloba la historia, la cultura y el sentimiento de una sociedad forjada durante los 200 años de nuestra independencia, con la sangre y sacrificio de nuestros precursores y de nuestros héroes que dieron su vida con honor y valentía para legarnos una patria libre y soberana. Hemos crecido inspirados por el valor Jose Abelardo Quiñones quien en 1941, a los 27 años de edad, durante una misión sobre Tumbes (en el conflicto con Ecuador): en vez de eyectarse y salvar su vida se inmoló dirigiendo su nave, que había sido alcanzada por el fuego enemigo, se inmoló dirigiendo su nave contra las ametralladoras enemiga. Tres meses después el coronel ecuatoriano Octavio Ochoa entregó sus restos a la FAP diciendo: “Mi pueblo ecuatoriano rinde homenaje al pueblo peruano dignamente encarnado en la figura heroica de José Abelardo Quiñónez”. En su Historia de la República, Enrique Chirinos Soto escribió: “Pienso que Grau en Angamos, que Bolognesi en el Morro, que Cáceres en la invicta resistencia de la Breña, fundaron por segunda vez la nacionalidad. Si no hubiera sido por ellos, no seríamos nación”.

No me alcanzan las palabras ni la indignación para calificar a Martín Vizcarra, me avergüenzo de que alguien que presidía la nación nos deje el mayor ejemplo de cobardía y traición. Su imperdonable vileza representa para los verdaderos luchadores de primera línea, y para los miles de huérfanos, padres o madres que han visto morir a sus seres queridos, la mayor burla y desprecio. Ahora entendemos tanta indiferencia, tanto desdén esperando un liderazgo que nunca existió. Él, ya vacunado, no tenía ningún apuro en salvar a los demás peruanos. Realmente no le importaban. Vizcarra pasará a la historia igual que los políticos oportunistas que alentaron la violencia, defendieron al sátrapa, aprovechándose de la ingenuidad de los cientos de jóvenes que marcharon y fueron usados como tontos útiles. ¡Una vergüenza que sea peruano!

Guillermo De Vivanco
16 de febrero del 2021

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