Guillermo De Vivanco

Ser competitivos

Hay que mantenerse vigilantes con las importaciones subvaluadas

Ser competitivos
Guillermo De Vivanco
16 de julio del 2020


Cuando llegué a Gamarra, en mayo de 1972, gobernaba el Peru Juan Velasco Alvarado; un Gobierno auto proclamado nacionalista y cuyo lema era: “Consume lo que el Perú produce”. En consecuencia, estaba prohibida la importación de productos terminados. Este mercado cautivo, cerrado y protegido, obligaba al consumidor a escoger entre lo poco que ofrecía la industria nacional o lo que ofrecía el mercado negro, abastecido principalmente por el contrabando. No tener competencia extranjera devino en una industria ineficiente, con productos caros y de mala calidad. Resultado: retrocedimos más de treinta años en nuestro desarrollo. No hubo inversión privada y nuestra industria se volvió obsoleta.

Entre los años ochenta y los noventa la tendencia proteccionista continuó marcando la pauta. Belaunde, elegido después de 12 años de dictadura militar y de expropiaciones, solo devuelve los medios periodísticos a sus antiguos propietarios; pero no reforma el Estado, mantiene infinidad de empresas públicas corruptas e ineficientes. Luego Alan Garcia conduce su primer Gobierno manteniendo el pacto mercantilista con sus apóstoles, de quienes se siente traicionado y a quienes culpa de fomentar la inflación desbocada que nos tocó vivir. Sin embargo, se sigue protegiendo la industria.

En la década de los noventa es elegido presidente Alberto Fujimori, quien recibe un país quebrado (en agosto de 1990 la inflación fue de 400%). Se implementan las políticas liberales, se privatizan la casi totalidad de empresas públicas, se rebajan los aranceles a las importaciones, se combate el terrorismo y empieza una nueva era de modernidad. El Perú sanea sus finanzas externas, compra deuda barata y empieza una época de estabilidad monetaria que impulsa notoriamente las inversiones, la construcción masiva de viviendas y la reconstrucción de infraestructura pública: colegios, carreteras y hospitales. La apertura de la economía supone un shock mortal a la industria protegida y obsoleta. Las plantas ensambladoras de vehículos y la industria textil son claros ejemplos de lo que supuso el liberalismo.

En el primer lustro de la siguiente década, Toledo se disfraza de enemigo de la corrupción, y con esa vincha encandila al pueblo. Sin embargo, ya sabemos por qué será recordado su Gobierno; por una gestión completamente intrascendente ( salvo para su bolsillo ). Luego lo sucede Alan García y su propósito reivindicativo, un lustro inimaginable de desarrollo social y económico con que conduce su segundo Gobierno, favorecido además por una coyuntura internacional de crecimiento. Se disparan las exportaciones de minerales, manufacturas y la agroexportación se convierte en el milagro peruano. Se firman sendos tratados de libre comercio, ampliando enormemente los mercados a los productores peruanos; pero a la vez desafiando a la industria nacional a la competencia mundial. Alan deja, a diferencia de su primer Gobierno, más de US$ 60,000 millones de reservas internacionales.

Finalmente llega la izquierda al poder. Humala se desmarca del chavismo y es elegido presidente; ejerce un Gobierno sin trascendencia, catapulta el gasto corriente y despilfarra irresponsablemente los recursos en proyectos innecesarios. Luego toma la posta un decepcionante PPK, que rellena su plancha con un Ingeniero sin mayores atributos que termina produciendo un golpe de Estado.

Entonces me pregunto ¿cuál es la línea política actual? ¿Cómo podemos ser competitivos? ¿Acaso somos liberales con los productos terminados y proteccionistas con los insumos? Importamos millones de prendas de vestir, de calzado o plásticos, pero queremos poner salvaguardas a las telas o insumos usados por el productor nacional. La única forma de ser competitivos es siendo coherentes con la producción peruana, y vigilantes con las importaciones subvaluadas; midiendo honestamente a los grupos afectados con estas políticas ambivalentes. El sector manufacturero emplea más de tres millones de trabajadores, dentro de ellos más de medio millón de confeccionistas. ¿A cuántas fábricas se quieren proteger? ¿Indecopi será el fiel de la balanza? ¿Protegerá los estertores mercantilistas que aún reclaman privilegios? ¿O comprenderá que las pymes son la prioridad, por la cantidad de empleo que generan, y que su competitividad tiene mucho que ver con las políticas del Gobierno?

Guillermo De Vivanco
16 de julio del 2020

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