Respetemos a los mayores

Hoy 28 de julio celebramos el día de la Independencia. Y a pesar de las vicisitudes, la alegría de los pocos ciudadanos presentes en la Plaza de Armas de Lima en 1821 llega hasta nosotros, a través del eco de las palabras de José de San Martín: “El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende. ¡Viva la patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!”.

Tras 199 años de este acontecimiento, los festejos reemplazarán la alegría y participación de nuestros estudiantes por el izamiento de la bandera en los hogares, demandándonos evidenciar su llanto y la irritación ciudadana por los acontecimientos inhumanos reflejados en la cantidad de muertes (que extraoficialmente bordean los 40,000), la continuidad de la corrupción institucionalizada en el aparato estatal y el abandono a los pueblos y en general a los ciudadanos. Todo ello empieza a tomar cuerpo en protestas violentas y en la indignación frente al mal manejo de la lucha contra la pandemia, expresado en palabras del propio presidente “al final todos nos contagiaremos y muchos morirán”.

La ineptitud para abordar medidas sanitarias eficientes, y el reconocimiento de las limitaciones de un sistema de salud colapsado, llevaron a las autoridades a etiquetar de población vulnerable y de alto riesgo a un grupo importante de peruanos. Nos referimos a los mayores de 60 años: se le ha aplicado, so pretexto de protegerlos, un “forzado confinamiento” en sus casas y la pérdida práctica de sus derechos a ser atendidos en los hospitales. No puede entenderse de otra manera la “decisión” de dejarlos de lado y priorizar la atención a los jóvenes.

Podemos explicar, pero jamás justificar, que en momentos de confusión y temor a la muerte diésemos un salto atrás en la historia de nuestro desarrollo. Con el silencio cómplice se decretó adelantar el deceso de los mayores, aceptando como natural un delito con visos de crimen de lesa humanidad. Sobre el particular ¿hemos escuchado algo de las oenegés que se autoproclaman defensoras de los derechos humanos? ¿Hubo insinuaciones de corrección por parte de la Defensoría del Pueblo? ¿Oímos en algún momento la voz “espiritual” de las iglesias? Claro que no.

Según el INEI(1), los adultos mayores de 60 años ascienden aproximadamente al 12% de la población nacional; es decir se trata de 3.7 millones de ciudadanos, muchos de los cuales han aportado al Seguro Social, y ahora cuentan con míseras pensiones de jubilación; sin embargo, continúan en actividades diversas, sea en el sector público o privado, participando en la economía formal o informal, constituyendo ejemplo para las generaciones siguientes. Por tanto, resulta indispensable dejar de considerarlos dependientes, carga familiar o pordioseros, y asumir que se trata –por lo que hicieron y siguen haciendo– de ciudadanos con iguales derechos y deberes que el resto.

En estas Fiestas Patrias corresponde al Gobierno, en su responsabilidad de atender a toda la población, proceder autocríticamente en la ejecución coherente de sus políticas de inclusión, tratando adecuadamente a este sector y reconociendo su vigencia. A los mayores, ratificarnos en la lucha por un Perú verdaderamente inclusivo; y a los demás, no olvidar que en las buenas y en las malas, familia somos todos. 

1 Perú: crecimiento y distribución de la población, 2017