Pedro Olaechea

Resaca de reformas

No se ha tocado ni el 1% de los problemas

Resaca de reformas
Pedro Olaechea
09 de octubre del 2018

 

El pasado 4 de octubre, el Congreso cumplió con la entrega de los proyectos de reforma constitucional que serán sometidos a referéndum. Ahora la pregunta es: ¿qué hemos logrado realmente?, ¿darle duro al Parlamento? Es muy probable que muchos piensen que así fue. En este contexto se aprobó la bicameralidad. No hay marcha atrás, pero... ¿y qué hay de las otras reformas que debieron discutirse?, ¿qué sucede con las que se dejaron de lado por apresurarnos para llegar a la fecha establecida como límite?

Uno de los grandes temas de debate sobre la bicameralidad fue el gasto. Se señalaba que el Parlamento era uno de los más caros y que en la reforma no se podía exceder el gasto que genera en la actualidad.

Al llegar al Legislativo, me encontré con una primera gran sorpresa: que había sido elegido principalmente para dos funciones: conseguir empleo y obras. Las solicitudes (reclamando ambas cosas) fueron creciendo durante mi paso por el Ministerio de la Producción, llegando a recibir críticas muy duras, a través de las redes sociales, de personas que había conocido durante la campaña. Nunca lo hice, pues ni la función congresal ni ministerial tienen facultades para ello.

A raíz de estas situaciones es que no me sorprende que el Congreso de la República haya crecido en empleados. De 600 empleados, en la época en que la doctora Cabanillas lo presidiera, hemnos pasado a más de 3,000, que habrían ingresado en los dos últimos gobiernos. Ni hablemos del desarrollo del gasto corriente en el último quinquenio del señor Humala. ¡Se duplicó! Sin embargo, estos hechos no parecen haber merecido mayor análisis por parte de la prensa y del ciudadano en la actual coyuntura.

Increíblemente se dice que este Congreso es caro. La verdad es que, si revisamos el costo por congresista, deducidas las contrataciones, es el séptimo más barato de América Latina. No entiendo la falta de objetividad en el análisis.

Otros temas importantes, que debieron ser mucho más debatidos, son la representatividad y el trabajo en comisiones. Por azares del destino soy presidente de la Liga de la Amistad entre los congresistas peruanos y checos, quienes nos visitaron este año. La República Checa vivió bajo la cortina de hierro hasta hace relativamente poco. Por lo tanto, su experiencia en la vida parlamentaria es relativamente nueva. En el encuentro pudimos conversar sobre temas muy concretos, como tipos de cámaras, conceptos de representación, entre otros. Ellos tienen 200 diputados y 81 senadores trabajando para una superficie total de 78,867 kilómetros cuadrados (el terreno de Lambayeque con algo de La Libertad). Tienen aproximadamente un tercio de la población peruana. Y aún así se sienten sub representados.

Otro punto que suele no observarse, y que pido tener en consideración, es el siguiente: ¿a cuántas comisiones de trabajo puede adscribirse un representante? En la República Checa el máximo es dos. En el Perú, a todas las que te atrevas. Por eso debe ser que en nuestra administración pública el detalle no se trata a profundidad. De ahí se desprenden varios problemas, que no se discutieron en el debate y que no pueden omitirse más tiempo.

En nuestro Congreso, que debe fiscalizar y diseñar políticas para 18 ministerios, no hay límite de comisiones y hay congresistas, como el que habla, que participan hasta en cinco comisiones, poniendo al límite las capacidades de nuestro equipo de trabajo y los compromisos que se deben asumir en esta tarea. El ritmo de trabajo para hacer investigaciones serias, que se adecúen a la realidad y ofrezcan contenido verdaderamente útil a las leyes que se proponen, no es del todo óptimo.

Otro tema es la producción legislativa. El impacto de las leyes requiere ser seriamente evaluado. En la actualidad no se sabe si tal o cual pieza de legislación beneficiará al 5% de la población o a la mayoría de peruanos. No se mide el costo en tiempo o en dinero; no solo para el Estado, sino —más grave aún— para la población. ¿Tener dos cámaras mejorará la situación? Lo dudo. Necesitamos tener conversaciones serias y profundas sobre estos temas.

Pensemos en el ritmo de trabajo que tendrá nuestro nuevo sistema bicameral. ¿Estaremos dispuestos a tener más reflexión en los proyectos de ley planteados desde el Ejecutivo? ¿Tendremos la calma para hacer un buen análisis sobre la legislación CAS, la alimentación saludable o el caso del plástico?

En la legislación express se esconde la corrupción o los intereses de diversos grupos. Basta ver la presencia masiva de interesados en las salas de comisiones, buscando hacer presión sobre los congresistas reunidos, para exigir su decisión en tal o cual sentido, a fin de que pase al Pleno de manera inmediata.

Las reformas que se han planteado tienen que ser acompañadas de una serie de cambios, si queremos que haya una real renovación. Hay que observar detalladamente alrededor. Queda un largo trecho por avanzar. En mi opinión, no hemos tocado ni el 1% del problema. Perdonen la sinceridad.

Es importante devolverle al ciudadano el poder de premiar o castigar a la clase política con su voto. ¿Cómo hacer esto? Deberíamos pensar que a mitad del mandato del presidente, se renueve la tercera parte (por dar una cifra) de los congresistas elegidos a la Cámara de Diputados. Y de ahí sucesivamente cada dos años, comenzando por los congresistas menos votados (solo por dar una fórmula). Sugiero acortar la presidencia a cuatro años, con una reelección. Y al sexto año todo el Senado. Las elecciones constantes y ordenadas nos podrían ayudar también a fortalecer el sistema de partidos.

En mi opinión, hemos tomado algo de aire hasta la próxima coyuntura en que nos encontremos el Legislativo y Ejecutivo en distintas orillas, enfrentados. Y no habremos resuelto absolutamente nada, ya que seguimos sin atacar el problema de fondo: no sabemos ponernos de acuerdo. Y la historia peruana nos ha enseñado que tras las diferencias entre quien manejaba el Congreso y el Ejecutivo se daban casi de inmediato dos hechos: un golpe y luego, para sacar al tirano, una nueva Constitución, con el compromiso —no escrito— de no revisar lo actuado.

Un interesante análisis, que podría ser complementario a lo presentado líneas arriba —si se desea recabar más información— se puede encontrar en la revista Jus y Praxis, en un artículo escrito por Carlo Magno Salcedo, de julio del 2007. Es una tesis sugestiva que podría abrir un debate interesante sobre la posibilidad de convertirnos en un Estado federal.

Somos un país poco articulado. Crear rentas permanentes en las regiones y cortar el cordón umbilical con Lima podría llevar a una dosis de realismo en los potenciales estados federales que hoy nos faltan, ya que de ellos dependería el desarrollo de sus territorios. Es una tesis que nos obliga a reflexionar.

 

Pedro Olaechea
09 de octubre del 2018

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