Manuel Gago
Reorientar el canon para masificar el gas
Espacios de negociación en el gas de Camisea

Después de 20 años de explotación del gas de Camisea las condiciones han cambiado, algunas de manera sustancial. Es posible, entonces, revisar los contratos del lote 88, destinado al consumo local; y del lote 56, de exportación, sin perder la perspectiva. También incentivar las exploraciones tomando en cuenta que algunas operaciones de perforación ya no existen y otras quedaron en espera. Y, sobre todo, para lograr la masificación del gas, saber que es responsabilidad del Estado la construcción del gasoducto del sur, de plantas de transformación, redes urbanas y rurales –hasta las conexiones domiciliarias– y de otras obras e intervenciones.
Reorientar el canon es una propuesta audaz. Los aportes de la minería y de los hidrocarburos pueden financiar las obras necesarias para llevar gas barato a todo el país. El canon –ingreso excepcional para obras excepcionales (¡de interés general!)– es mal utilizado por los gobiernos locales y regionales. Desde el 2004, Cusco ha recibido S/ 22,572 millones. ¿Qué obra pública trascendente se realizó en el departamento? Como en muchas localidades del interior, sobran los ejemplos de monumentos y palacios municipales ostentosos que no benefician a los pobladores. Gran parte de la red instalada en Lima no se conecta a las viviendas por falta de financiamiento. Además, la emisión de bonos permitirá que más adelante los gobiernos locales y regionales recuperen su correspondiente canon.
¿Qué plantea el Ejecutivo en una mesa de renegociación del gas de Camisea? Hasta donde sabemos, nada. La “iniciativa” confiscatoria de Bellido fue una bravuconada sin sustento técnico ni legal. “Recuperar los recursos naturales” es el estribillo populista más elemental. No hay manera de resolver los contratos de manera unilateral. Las denuncias contra el Estado peruano terminan en laudos arbitrales adversos que son pagados por todos los peruanos. Los caprichos ideológicos colocan al país en mala posición en los mercados mundiales. Según la agencia calificadora Fitch, se han debilitado las inversiones y perspectivas económicas por la volatilidad política. Los actos de provocación y la inocultable vena comunista del gobierno de Castillo cuestan caro.
Enrique Gonzales, especialista en hidrocarburos, propone el uso del canon para las obras de masificación del gas, y una norma urgente de exploración de hidrocarburos para asegurar la capacidad energética nacional. Asimismo, la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) en reemplazo del Estudio de Impacto Ambiental (EIA). En Surinam y Guyana, e incluso en Chile (para el aprovechamiento del litio), el DIA ha reemplazado al EIA para reducir procesos repetitivos en instancias estatales.
Por otro lado, para las operaciones gasíferas es crucial reducir la inseguridad en los bosques. No hay exploraciones por la presencia impune del narcotráfico y otros crímenes controlados por el Militarizado Partido Comunista del Perú (Sendero Luminoso). Con el nuevo ministro del Interior, Luis Barranzuela –vinculado a los productores de coca (proveedores del narcotráfico)– el escenario se torna demasiado gris.
El gas es un tema sensible. Ollanta Humala ganó las elecciones 2011 con el cuento del gas barato. Hoy no hay exploraciones y la producción está en declive. En Venezuela, otrora principal productor mundial de petróleo, el combustible escasea. Las petroleras dejaron el país. Los pozos y refinerías están abandonados y los técnicos calificados huyeron en busca de mejores oportunidades. En Bolivia, la “rentabilidad” del gas no es destinada a exploraciones. Los precios son subsidiados. Cuando los pozos queden secos, y será pronto, caerá el mito del gas barato boliviano. ¿Este es el camino que Castillo quiere que recorra el Perú?
El evidente ánimo de popularidad personal del renunciado ex Presidente del Consejo de Ministros (PCM), Guido Bellido, fue evidente en el tema del gas de Camisea. La incertidumbre continúa latente, ahuyentando las inversiones y poniendo en peligro la viabilidad del país. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta terminar como Venezuela, Cuba y Nicaragua? ¿O hasta que las fuerzas democráticas tomen al toro por los cuernos?
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