Recuperar la oportunidad

El Perú es un país megadiverso, ¡qué duda cabe! Sin embargo, esta condición física no garantiza que su potencial se convierta en oportunidades económicas para mejorar la calidad de vida de la población; se requiere también generar un consenso entre los actores políticos para liderar y conducir al país hacia un mejor futuro.

Entre las potencialidades se encuentra la pesca; pero si no promovemos la inversión para contar con una flota pesquera que permita una captura mayor, evitando que nuestros recursos ictiológicos sean aprovechados por otros países, simplemente perdemos esa oportunidad. Y también la posibilidad de mejorar la calidad de la alimentación de las familias peruanas, mediante el incremento del consumo de peces o produciendo un mayor volumen de conservas para el consumo humano local o su exportación.

Algo similar ocurre con la agricultura moderna cuando se le pone cortapisas y se deja de ver el horizonte por razones ideologizadas. Cuando la Ley de Promoción de la Inversión y Modernización del Campo hizo posible que haya pleno empleo en áreas rurales que contaban con menor calidad de vida, apelando a una “supuesta justicia social” se alejó la inversión y la puesta de valor de terrenos eriazos –mediante la ampliación de la frontera agrícola, irrigando nuevas áreas– se detuvo. Como consecuencia de una decisión errada, la generación de empleo disminuyó y la pobreza inició su cuesta ascendente.

Quienes, empleando herramientas del marketing político, ergo populismo, promovieron la derogatoria de dicha ley olvidaron lo que sucede en otros valles del país, donde el peón agricultor no tiene ningún beneficio social. Por lo tanto, el aprovechamiento de la megadiversidad de productos agrícolas se ve limitada en su potencial volumen de producción porque algunos consideran que la inversión es negativa. En su visión, es preferible igualar en la pobreza antes que promover el ascenso social mediante el aprovechamiento de las oportunidades que genera la inversión.

El otro gran potencial natural con que cuenta el Perú es su riqueza minera, pero sucede que esta varía en el tiempo, porque el calificativo de “riqueza” es un concepto económico y no físico. Siempre que un producto sea apreciado por los consumidores (nosotros mismos), estarán dispuestos a pagar por él. Sin embargo, si el potencial natural deja de ser atractivo para el consumidor, se pierde otra oportunidad.

Hace más de una década que los gobiernos del Perú parecen haber renunciado a su compromiso de hacer docencia política, de liderar a la opinión pública acerca del camino más adecuado y viable para alcanzar el desarrollo. Prefirieron descansar sobre el falaz argumento de que los precios de nuestros principales productos de exportación se mantendrían siempre altos y, en lugar de promover la inversión minera para incrementar la producción, decidieron ponerle tantas trabas que hicieron casi imposible la ejecución de la mayoría de los proyectos. Hoy que los precios caen raudamente, las agencias de calificación de riesgo de las economías del mundo advierten que el Perú verá afectada la expansión de su Producto Bruto Interno en el presente año, y muy probablemente el próximo. 

La disminución en el ritmo de crecimiento afectará a la población más vulnerable, así como los ingresos de la caja fiscal. Esperemos que la solidez de la macroeconomía peruana soporte los shocks externos; pero principalmente, el vendaval de insensatez que domina nuestra esfera política.