Pedro Corzo
Radio Martí
Peligra la continuidad de la emisora que mantiene informados a los cubanos
La Oficina de Transmisiones a Cuba (OCB), agrupa en sus emisoras a Radio y Televisión Martí y su página web, Martinoticias. Estos medios están enfrentando serios problemas para sobrevivir desde que la administración del presidente Donald Trump redujo drásticamente su presupuesto. La administración del presidente Joe Biden no ha considerado incrementarlo y, según algunos, vería con beneplácito su cierre, como siempre ha demandado la dictadura cubana.
Por la falta de recursos, la trasmisión se ha reducido a 12 horas diarias. Y se desconoce a qué niveles bajará después que se haya implementado un trámite llamado RIF, que afectaría drásticamente la ya reducida plantilla de poco más de 60 personas, en otras 23.
Realmente, en momentos en que la situación de Cuba es especialmente convulsa y la población, particularmente los activistas, requieren comunicarse entre sí, la disminución en la operatividad de estos medios es perjudicial, porque sus oidores tienen una alta confianza en lo que dicen, lo que los aleja de caer en provocaciones, práctica habitual de la dictadura.
Más allá de cualquier otra consideración la labor cumplida por la Oficina de Transmisiones a Cuba ha sido altamente beneficiosa para el pueblo de Cuba. Y en particular para la oposición al régimen totalitario. Confieso sentirme orgulloso de haber tenido la oportunidad de trabajar durante 23 años en Radio Martí.
Ingresé cuando lideraban la emisora Herminio San Román y Roberto Rodríguez Tejera. Dos periodistas notables dirigían noticias, Gilberto Rosal y William Valdez. Los cuatro estaban comprometidos con informar verazmente al pueblo cubano, asistir a todos los opositores dentro de la Isla y que las noticias y análisis se sustentarán en la realidad. Todos se dolían profundamente por la situación en Cuba y se esforzaban fuertemente por hacer llegar a la Isla información veraz.
Las estaciones siempre trabajaron por las pautas del Gobierno federal, que son muy rígidas en lo que concierne a la información. Son medidas que pueden o no gustarnos como cubanos, pero que están establecidas para todos los medios de comunicación que controla el gobierno.
Lamentablemente no han faltado personas que, por diferentes motivos, han criticado severamente a la emisora. Es cierto que ha habido errores y malos manejos, que se han podido hacer cosas mejores, pero eso no le resta a la Oficina de Transmisiones a Cuba sus muchos logros brindando información al pueblo cubano y sirviendo de enlace a quienes al interior de la Isla luchan por la libertad. No debemos olvidar que la férrea censura castrista hace prácticamente imposible que lo que acontece en un punto de la Isla se conozca a pocos kilómetros.
Los trabajadores de la emisora, en su inmensa mayoría, son talentosos profesionales de la información que se toman su trabajo muy en serio, y están regidos por patrones informativos muy severos que deben ser acatados fielmente. Aseguro, sin ninguna reserva, que la objetividad en la información es fundamental; y editorializar una noticia, sin importar la orientación, es rechazado. Conocí casos de colegas separados de sus funciones; en mi opinión, por ninguna transgresión grave, porque un supervisor en Washington interpretó con demasiado celo un reportaje o un programa.
Periódicamente desde la oficina central de Washington se coordina con todas las oficinas de comunicación del Gobierno federal, viajan funcionarios que imparten seminarios que refrescan viejas pautas o señalan nuevas disposiciones. No se debe olvidar que OCB es una agencia del Gobierno de Estados Unidos, que actúa sobre la base de las disposiciones de los funcionarios designados a dirigirla, ellos, no siempre están de acuerdo con la existencia de la emisora o simplemente no simpatizan con su programación.
OCB, en mi opinión está en peligro de morir por consunción. Si el reajuste tiene lugar, tendrán que reducir más horas; por eso me pregunto si seguirán las organizaciones del exilio guardando silencio ante la muerte lenta de Radio Martí. Más importante, los congresistas cubanoamericanos, que por décadas defendieron esas entidades, asistirán simplemente a su sepelio sin esforzarse por resucitarla, como haría Ileana Ros-Lehtinen sin aun fuera representante a la Cámara. Repito, ha habido malos funcionarios, pero remedando a la finada colega Cristina Sansón, “donde queda la misión y compromiso con Cuba”.
OCB es un importante instrumento para ayudar a que en Cuba desaparezca el totalitarismo, además, es muy útil para seguir defendiendo la libertad y la democracia en todo el hemisferio. Hagamos algo.
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