Racionalidad versus populismo

 

Los mensajes emitidos por los principales representantes del Ejecutivo muchas veces parecen contradictorios. Por un lado, algunas autoridades hacen gala de racionalidad para fortalecer la gobernabilidad del país en el mediano y largo plazo. La ecuación que manejan es muy clara: la inversión genera empleo y, por lo tanto, se reduce la pobreza.

Por otro lado, tenemos a quienes parecen ser los portavoces del agujero negro, “si haces lo indicado peligra la gobernabilidad”; en consecuencia, mantente al margen, elude tu responsabilidad de hacer cumplir las leyes y retoma “el discurso que le gusta a la calle”. Lo que parecen olvidar ciertos consejeros palaciegos es que el discurso de la calle se torna rápidamente incierto y carente de respaldo hacia los emisores.

La ciudadanía espera de sus autoridades propuestas de solución y su ejecución; hallar culpables por la acción u omisión frente a faltas y hasta delitos es una función que debe llevar a cabo la Fiscalía de la Nación y el Poder Judicial de manera autónoma. Pretender justificar el resultado,  cada vez más adverso, en los niveles de popularidad ante la acción del opositor es reconocer que no podemos actuar por nosotros mismos. Salvo que el objetivo final sea la prescindencia del discrepante.

Después de que el gabinete, presidido por Salvador del Solar, contó con el voto de confianza del parlamento (aunque la aprobación haya sido poco significativa en número de votos) el poder Ejecutivo ya no puede argumentar obstruccionismo de parte del legislativo.  La salida de dos de sus ministros, Edmer Trujillo de la cartera de Transportes y Comunicaciones (MTC) y Carlos Bruce de Vivienda y Construcción, son de exclusiva responsabilidad de quienes los propusieron y aceptaron sus respectivos nombramientos.

Otra vez, la incertidumbre en dos ministerios claves, en los que se administran los mayores presupuestos de la República para ejecutar obras públicas.  La crisis ocasionada por el bloqueo de la carretera por donde es trasladado el mineral producido en Las Bambas (Apurímac) tocaba las puertas del MTC, ente rector que debe evaluar y decidir cuál es la alternativa más adecuada a ser empleada como medio de transporte.  Todo hace indicar que debió construirse un tren. El sueño del Ing. Alberto Benavides de la Quintana, “de diez vagones, ocho para la minería, uno para productos agrícolas y otro para transporte de las personas. Ese tren nadie lo detendrá”. Ocho para la minería por el potencial minero que existe principalmente en la sierra. Si el potencial hubiese sido agropecuario, de seguro su planteamiento hubiese otorgado un mayor número de vagones a esta actividad.

Es innegable que cambios sucesivos en las carteras ministeriales generan incertidumbre e inacción, en un periodo en el que la ciudadanía demanda a gritos acción por parte del Poder Ejecutivo.  En ese sentido, sectores como el de Economía y Finanzas brindan un mensaje positivo y de claridad hacia dónde orientar el rumbo de la economía.

Ojalá la racionalidad se imponga y se dé la autorización de construcción del proyecto minero Tía María, inversión privada que cuenta con legitimidad social.  La población de la provincia de Islay, en la región Arequipa, está a la espera de dicho anuncio porque sabe que significará la generación de miles de puestos de trabajo y el relanzamiento de la alianza productiva entre la agricultura y la minería.

Las pocas voces discordantes corresponden a activistas que persiguen fines políticos. Ellos no desean dialogar ni proponer una agenda de desarrollo, ni en el valle de Tambo ni en el resto del país. Su objetivo es ejecutar la consigna marxista-leninista de “agudizar las contradicciones en el seno del pueblo”, como estrategia para lograr sus objetivos políticos.  

Por el bienestar y el desarrollo del Perú, no caigamos ilusamente en su juego.