Heriberto Bustos

¿Quién dijo que estamos embarrados?

Se requiere recuperar la confianza en la política

¿Quién dijo que estamos embarrados?
Heriberto Bustos
21 de noviembre del 2018

 

En las actuales circunstancias de "destape" o "descubrimiento" de la corrupción, dirigimos acertadamente nuestra mirada a los presidentes o funcionarios cuyas acciones escandalizan, pues en ellos depositamos nuestra confianza y fuimos defraudados. Por tanto, les corresponde, en el marco de la ética y del Estado de derecho, asumir sus responsabilidades.

Hasta hace poco la cabeza visible de la corrupción era Alberto, pero ahora aparecen en la lista nuevos actores con viejas costumbres: Alejandro, Alan, Ollanta, Pedro Pablo, Nadine, Susana y Keiko. La relación —con alto grado de probabilidad— ha de irse incrementando; sin embargo, debe quedar absolutamente claro que ellos no son el Perú. Afirmo esto porque cuando las capacidades de análisis frente a una determinada realidad carecen de respuestas concretas o compromisos, se escucha con demasiada frecuencia "así es el Perú" o "eso solo ocurre en el Perú", pretendiendo marcar distancia sin tener claridad de qué o por qué.

El país requiere o necesita recuperar confianza en la política, entendida como las actividades orientadas por una determinada ideología para tomar decisiones en torno a ciertos objetivos de grupo; y también en los políticos, en tanto son las personas que, asumiendo con seriedad su compromiso con la sociedad, intentan sumarse a la solución de los problemas que corresponden al colectivo. Por eso tienen sabor a hipocresía las palabras o acciones de “repudio” contra la política o los políticos. Las actuales circunstancias deben llevarnos, por un lado, a separar el grano de la paja: no todos los políticos o partidos políticos son corruptos; y por otro, a modificar en la práctica no solo conceptos, sino compromisos para hacer ejercicio de nuestra ciudadanía.

Hoy más que nunca debemos participar abiertamente en política, defendiendo al país, la democracia, el Estado de derecho, sin ocultarnos o protegernos con posiciones anti. Y hay que hacerlo desde la cotidianidad de nuestras acciones. Por ejemplo, somos parte de la podredumbre o cómplices cuando "tapamos" acciones incorrectas de nuestros familiares, parejas, amigos, jefes; también cuando, asumiendo responsabilidades, actuamos de manera condescendiente con quienes nos caen bien, aun conociendo sus deficiencias o limitaciones para responder a sus funciones. Y cuando nos rodeamos, tras el velo de la lealtad, con personas que siempre nos dan la razón, aún no teniéndola.

No podemos negar la existencia de corruptos e irresponsables, tampoco de personas honestas y responsables, que dicho sea de paso constituyen aún un buen contingente. Son ellos, o mejor somos nosotros quienes debemos dar un paso adelante y asumir lo que hacemos con responsabilidad, tapándole la boca a quienes afirman que estamos embarrados. Lo están ciertamente los que delinquen, los que se aprovechan del bien común, los que chantajean para obtener dádivas; en fin, los que dejaron de lado los valores.

En la lucha contra el mal, los actos de corrupción no deben medirse sólo en términos de magnitud, sino fundamentalmente en cuanto a su significación en el marco de lo ético. No olvidemos que la maldad crece cuando la bondad lo permite.

 

Heriberto Bustos
21 de noviembre del 2018

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